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domingo, 23 de noviembre de 2014

Colectivos del 23 de Enero funcionan como microgobiernos

Parroquia 23 de Enero | Alex Delgado
Parroquia 23 de Enero | Alex Delgado
El dominio del 23 de Enero está fuera del Estado. Más de 14 grupos imponen sus reglas en parcelas de la parroquia. Dicen haber despojado de espacios al hampa común, apoyar la revolución bolivariana y valerse de la Constitución Nacional como única defensa, aunque en varias ocasiones aparezcan retratados con armas cortas y largas. Además del manejo de la "seguridad", influyen sobre la comunidad gracias a la expansión económica y la administración de fundaciones que adquirieron de forma súbita. Son los "parques temáticos" del poder
La vida entre los bloques 22 y 28 del 23 de Enero es proyectada en cuatro grandes monitores pantalla plana que cuelgan, como cuadros, de la pared de un amplio salón. Sobre las imágenes –algunas de tonos grisáceos, otras a full color– están fijados los ojos de dos muchachos uniformados con franelas amarillas, bluyín y pañuelos amarrados al cuello. Llevan radios transmisores en las cinturas y cargan con megáfonos. Tienen una misión dentro del colectivo: vigilar día y noche los movimientos ajenos. Ningún militante puede descuidar ni un momento el territorio del colectivo Alexis Vive Carajo.


Las cámaras  están desplegadas en la entrada del liceo Gabriela Mistral, los locales comerciales, el estacionamiento, un parque infantil, los edificios, las casitas y la carretera. Nadie está fuera del ojo del colectivo. “Aquí no ves presencia delictiva, pero tampoco policial. Solo en caso de que haya una fractura en el metabolismo de la comunidad, participan los cuerpos de seguridad del Estado”, asegura Robert Longa, líder del colectivo.
El territorio de Alexis Vive Carajo, que también se extiende a los barrios Camboya y Santa Rosa, es uno más de los controlados por colectivos en el 23 de Enero. La parroquia, ubicada al oeste de Caracas y cuya población es de 77.344 habitantes, está dirigida, al menos, por 14 grupos. Cada uno tiene el dominio de zonas específicas, allí imponen sus reglas y vigilan con celo cualquier incursión externa. Su discurso coincide en haber despojado de espacios al hampa común, el apoyo a la revolución bolivariana, y en valerse de la Constitución Nacional como única defensa, aunque en ocasiones aparezcan retratados con armas cortas y largas. Es un poderío que no solo se remite al manejo de la “seguridad”, sino a la influencia sobre la comunidad gracias a la expansión económica, la administración de fundaciones creadas de forma súbita y el miedo.
En los murales del 23 de Enero hay nombres, eslóganes, logotipos o imágenes de estos grupos: La Piedrita, Salvador Allende, Frente Sergio Rodríguez, Radio 23, Milicia “0”, Alexis Vive Carajo, Montaraz, Coordinadora Simón Bolívar, Alí Primera, Frente de Resistencia Tupamaro, Guaicaipuro, José Leonardo Chirinos.  También son izadas banderas en algunas sedes, como si fueran territorios conquistados. Allí, el trato con la muerte se convierte en tributo. Hay una capilla, colocada en las adyacencias del Cuartel de la Montaña, llamada “Santo Chávez”; en los murales, se multiplica el rostro de Lina Ron y de Robert Serra con consignas en repudio a su asesinato. Los colectivos, o sus fundaciones, también llevan nombres de dirigentes del 23 de Enero asesinados: Freddy Parra, Sergio González, José Felipe Pirela, Omar Pinto,  y Alexis González. Cada muerto, un colectivo; cada colectivo, un mural; cada mural, un símbolo.
Hay caídos por pugnas entre los propios colectivos del 23 de Enero. Uno de los episodios más reseñados por la prensa ocurrió en 2006, cuando una cadena de asesinatos en la parroquia dejó ocho fallecidos, todos miembros de estos grupos. Pero las bajas siguieron ensombreciendo a los colectivos. Juan Montoya, coordinador del Secretariado Revolucionario y ex miembro de Carapaica –también del 23 de Enero– fue asesinado el 12 de febrero en una manifestación de la oposición. Hermes Barrera, quien asumió el liderazgo del secretariado después de Montoya, fue detenido por el crimen.A pesar de este registro rojo, la función de los colectivos divide  opiniones en la zona.  Algunos vecinos los consideran líderes sociales que han asumido responsabilidades que debería ejercer el Estado, como las mejoras de infraestructura; otros, sin embargo, repudian los hechos de violencia en los que se han visto involucrados.  Pocos hablan de ellos abiertamente. 
Influyentes consorcios. La sede de Alexis Vive Carajo es una combinación entre lo ostentoso y lo humilde. Está detrás del bloque 27. Por afuera es una zona en construcción. Se mueven obreros, maquinarias pesadas y militantes que fungen como supervisores de obra. Allí edifican una cancha de usos múltiples que, según dirigentes del colectivo, será un “minipoliedro” con concha acústica. Hay casas precarias y un antiguo edificio, opacados por las modernas instalaciones de la televisora y la radio Arsenal –perteneciente al grupo–. Como parte del paisaje está una camioneta Hummer fielmente estacionada al lado de la radio, cuyo valor aproximado de 4,6 millones de bolívares (92.000 dólares a tasa Sicad II) supera a cualquiera de las viviendas del sector del 23 de Enero.  
Adentro, las grandes pantallas del circuito cerrado de seguridad están acompañadas con retratos de Fidel Castro, Hugo Chávez, el Che Guevara y Kley Gómez, asesinado en 2005. También cuentan con una piscina, una parrillera y sillas para sentarse a disfrutar un día soleado. Pero nadie puede ingresar al área sin previa autorización de Longa. Tres semanas atrás, Ana, una morena de ojos achinados, se comunicó por radio con él para anunciar la visita de periodistas: “Dice que deben jurar decir la verdad y solo la verdad”. Era la condición para ofrecer una entrevista a El Nacional.
Longa, de 38 años de edad, estudiante de Sociología de la Universidad Central de Venezuela y funcionario del Ministerio de Educación según la web del Instituto Venezolano de los Seguros Sociales, se concentra en enumerar algunos logros de la fundación de Alexis Vive Carajo: el sistema de seguridad, los “panalitos” (salas situacionales),  la azucarera, la bloquera, la televisora y la radio, panaderías, la recuperación de una casita de una señora  y la piscina  que  contó con el apoyo del Ministerio de Turismo (cuya inversión fue de 3 millones de bolívares).
Salvador Salas, dirigente del colectivo, está en la caja de la panadería El Panal 2021. Es un flaco con una chiva canosa, franela azul clara identificada con logotipos de Alexis Vive Carajo y una radio transmisora en la mano. El comercio que regenta también cuenta con un circuito de cámaras–que pueden costar 238.000 bolívares– y en el mostrador apenas hay una docena de paquetes de harina de maíz, panes de azúcar y algunos refrigerios. No es un sitio abastecido, pese a que en muchos locales del 23 de Enero suelen encontrarse productos que escasean en el resto de la capital: detergentes, desinfectantes, leche, azúcar, carne y pollo. “Siempre contratamos a gente de la comunidad para llevar a cabo los trabajos. Uno de los traumas cuando tuvimos la primera panadería de Alexis Vive ocurrió al comprar los insumos en Quinta Crespo. En la parte de charcutería, los que llevaban las carretillas eran jóvenes venezolanos. Eso hizo que me enamorara más del proyecto de Chávez”, agrega Longa. Las obras están agrupadas en una manzana que no alcanza 100 metros cuadrados de diámetro y son administradas por el colectivo.
Con apoyo internacional. El centro de operaciones de la Coordinadora Simón Bolívar es más formal. Está en el sector La Cañada, entre los bloques 18 y 19, y funciona en una antigua comisaría de la Policía Metropolitana, cuyos agentes fueron desalojados por militantes del grupo en 2005. Al fondo está el cerro lleno de casas de ladrillos y tejas de zinc. “Nosotros le llevamos el gas directo al barrio Sucre, eso nadie lo había hecho”, destaca Guadalupe Rodríguez, dirigente del colectivo.
En la fachada está pintado Chávez con un fusil AK-47 y un inmenso cartel que identifica al colectivo y muestra las direcciones de su cuenta de Twitter y de su blog. En sus instalaciones está un infocentro con 64 computadores marca VIT. También cuentan con un centro de cedulación del Saime, la radio Al Son del 23 –con equipos que pueden alcanzar 4.000.000 de bolívares–, una sala para dictar talleres y una estatua que apunta al que ingresa.
“La primera ayuda que recibió la radio fue de un ayuntamiento del país Vasco. La segunda fue del alcalde Juan Barreto que nos ayudó a comprar todos los equipos”, asegura Rodríguez. La relación entre la Coordinadora y la Izquierda Abertzale –movimiento que agrupa a los nacionalistas radicales vascos, en ocasiones en torno al grupo terrorista ETA– es pública: el colectivo venezolano ha apoyado en España a los presos de ETA en marchas y a vascos radicados en el país.
Por los pasillos de la sede se suele pasear Juan Contreras, miembro de la coordinadora y diputado de la Asamblea Nacional que sustituyó a Robert Serra luego de ser asesinado. Él es uno de los enlaces directos entre el gobierno y el colectivo. 
El más grande. Pero el mayor territorio, quizás, lo ostenta la fundación del colectivo Montaraz. Desde la entrada del 23 de Enero, en Caño Amarillo, hasta Monte Piedad hay obras con su sello. La más grande es un huerto socio-productivo de una hectárea. Al frente tiene el ambulatorio “Hugo Gutiérrez”, cuya fachada está pintada con el logotipo del colectivo.
Unos metros después está la Asociación Cooperativa Montaraz que funciona como un taller mecánico y venta de repuestos. Al lado se encuentra el parque infantil “Danilo Anderson”, espacio identificado con el nombre del colectivo. William Pacheco, uno de los líderes del grupo, se niega a declarar a la prensa.   
En la redoma cercana al bloque 37 está el centro de empresas de propiedad social “Fidel Castro”. En la fachada está pintado el dirigente cubano y Chávez. Hay carteles del Gobierno del Distrito Capital y del colectivo Tres Raíces que, igualmente, regenta una fundación. El espacio, que era una compactadora de basura, fue tomado para usarlo como sede de seis microempresas. Tienen un proyecto en el bloque 31 destinado al cultivo de vegetales, según reseñó el 18 de octubre el periódico Ciudad Caracas.
Otros colectivos, como Radio 23, se apoyan en los medios de comunicación para ampliar sus mensajes. Aunque tienen una menor inversión económica en sus instalaciones, cuentan con el periódico El Combativo, una emisora que lleva su nombre, administran un parque infantil, una plaza con concha acústica y tienen un circuito de seguridad. 
Pánico colectivo. El líder de un colectivo propone como condición resguardar su identidad para confesar el secreto del control sobre territorios: “¿Cómo tú crees que recuperamos esas canchas que estaban en manos de la delincuencia? Tuvimos que ‘entromparlos’ y eso solo lo hicimos con armas”.
Nadie en el 23 de Enero se atreve a desafiar a los colectivos. Si se declara a la prensa sobre los grupos se ruega no colocar nombres y apellidos, así no sean críticos. “Hay una especie de miedo o de respeto hacia los colectivos. Cualquier cosa que pase, ellos actúan con violencia. Los delitos han disminuido. Sí sentimos más seguridad, porque estos grupos mantienen un patrullaje constante con recorridos en motos. Son muy celosos con nuestra integridad y con las instalaciones del Metrobús y el transporte público”, comenta una vecina del bloque 26.
A la Guardia Nacional se le suele ver atrincherada en un punto de patrullaje inteligente ubicado en la entrada del 23 de Enero, mientras que la movilización de motos conducidas por civiles es una imagen constante en el sitio. Los vecinos lo atribuyen al monitoreo de los colectivos.
Es común que los militantes de estos grupos asuman el rol de agentes de inteligencia en la parroquia. “Tenemos muy buena relación con el dispositivo de seguridad Bicentenario. Pero, de igual forma, somos, como quien dice, los que hacemos inteligencia social, eso es lo que denominamos seguridad colectiva”, dice Longa.
No hay colectivo que deje de repetir que la parroquia es “territorio de paz”. El mensaje es reforzado en murales, y acompañado con la imagen de los ojos de Chávez. Aseguran que son privilegiados en seguridad al compararse con el resto de la capital, cuyas muertes violentas fueron 4.118 entre enero y octubre, según cifras extraoficiales. Pese a ello, Miguel Rodríguez Torres, ex ministro de Relaciones Interiores, Justicia y Paz, se reunió con dirigentes de Alexis Vive Carajo durante 4 horas en la sede del colectivo. El ex funcionario lo hizo 9 días antes de ser destituido de su cargo y unas semanas después del allanamiento practicado por el Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas al edificio Manfredir, en Quinta Crespo, donde murieron 5 dirigentes de colectivos. El encuentro lo hizo público en su cuenta en Twitter, colocó unas fotos y las etiquetas Plan Nacional de Desarme y Patrullaje Inteligente.

Fuego en el 23. Pese a que lo colectivos aseguran ofrecer seguridad, en el 23 de Enero se registran homicidios. Un ejemplo es el de William García Castejón, escolta de Walter Gavidia (presidente de la Misión Negra Hipólita, ex diputado del Parlamento Latino de la Asamblea Nacional y ex esposo de Cilia Flores). El hombre  fue asesinado a tiros la madrugada del 22 de enero cuando pasó en su motocicleta por una supuesta alcabala en Sierra Maestra, ubicada en la parroquia. Iba con Ivo Pirela que sufrió heridas de balas. Ambos estaban en las filas del colectivo José Felipe Pirela.
El caso colocó, algunos días, en la lupa a otro colectivo. Los medios de comunicación reseñaron que detuvieron por el crimen a Heiber Otsuguar Lezama Mayora, mientras estaban solicitados por los cuerpos policiales otros hombres. Señalaban a los presuntos homicidas como militantes de Tres Raíces y que el motivo del crimen obedeció a pugnas por territorios. Pero el grupo, que opera en las  zonas E, F y El Mirador de la parroquia, no tardó en deslindarse de los implicados: “No hemos sido partícipes en los hechos mencionados. Es irresponsable señalar a la Fundación Tres Raíces, además no conocemos a ninguna de esas personas”, aseguraron el 28 de enero a El Nacional.
Las fronteras son punto de honor. A excepción del liceo Manuel Palacios Fajardo, antiguo centro de votación de Chávez, donde se concentran estampas de varios colectivos; son pocos los espacios compartidos en la parroquia. Es solo la fachada de la territorialidad.
Hay una cláusula tácita de respeto, especialmente por los espacios, entre los colectivos del 23 de Enero. Si alguno osa violarla, gana la enemistad de muchos, según líderes de los grupos.
Glen Martínez, dirigente de Radio 23, asegura que la responsabilidad, en ocasiones, es una cuenta que se lleva a solas: “Cada colectivo es autónomo, como cada persona. Cada individuo es responsable de sus actos. Cada colectivo asume sus responsabilidades como sujeto. Si hay algún funcionario que rompa la ley, no por esos individuos toda la institución puede ser juzgada”.
Pero el respeto por los espacios es una norma pocas veces violada. Salvo excepciones –algunas incluyen salir del 23 de Enero–, los colectivos, en su mayoría, coinciden en que están atrincherados en sus territorios. Guadalupe Rodríguez, de la Coordinadora, dice cuál es la excepción: “No somos grupos de choque, pero donde sintamos que el proceso esté amenazado allí vamos a estar. Estamos ganados a este proceso y somos producto de lo que vivimos con nuestro Comandante (Chávez) y no lo vamos a perder”. 
#Redesdecombate
Tienen cuentas de Twitter, blogs, páginas web, televisoras, periódicos y radios. Los usan para organizarse durante las elecciones y difundir sus actividades. 
Los colectivos que operan en la parroquia 23 de Enero utilizan los medios de comunicación y redes sociales para difundir sus mensajes e, incluso, para operar en situaciones de contingencia. Son cuatro emisoras de radio, una televisora, y al menos tres periódicos comunitarios, cuentas en Facebook y Twitter y blogs que son administrados por colectivos del 23 de Enero.
Guadalupe Rodríguez, dirigente de la Coordinadora Simón Bolívar y representante de la emisora Al Son del 23 –escuchada por el dial 94.7 FM– explica que, aunque cada colectivo es independiente, no han descartado compartir frecuencias entre las emisoras en caso de una emergencia. “La radio es un medio que nos permite organizarnos. En época de elecciones varios colectivos de la parroquia evaluamos qué hacer en caso de contingencia y, cuando se va la luz, les permitimos a las demás pegarse a nuestra frecuencia”, dijo.
La Coordinadora Simón Bolívar utiliza su blog www.alsondel23envivo.blogspot.com para subir noticias vinculadas con actividades que realizan en la parroquia y para compartir las informaciones que suben en su cuenta de Twitter @RadioAlSonDel23.
Glen Martínez, líder del colectivo Radio 23, explica que la fundación de la emisora 92.5 FM el 24 de junio de 2004 fue una excusa para agruparse como colectivo: “Somos aproximadamente 50 personas. La radio era el pretexto ideal para armar una organización en torno a ella. Aprovechamos para hacer de esa organización un colectivo”. Esta agrupación cuenta además con el periódico comunitario El Combativo.
La fundación del colectivo Alexis Vive Carajo, además de contar con la emisora y planta televisiva Arsenal, tiene el medio impreso El Panal y su blog en la dirección www.colectivoalexisvivecarajo.blogspot.com, mientras que el colectivo La Piedrita tiene la radio comunitaria 95.1 FM, cuentan con la página web www.lapiedrita951fm.info y a través de su cuenta en Twitter @rdcomlapiedrita comparten las actividades que realizan en la comunidad. La mayoría aprovecha esos espacios para dar mensajes combativos y transmitir su ideología política a favor del gobierno chavista.
Con la misma Piedrita
La existencia de los colectivos armados no es desconocida para el gobierno nacional. El 7 de febrero de 2009 el expresidente Hugo Chávez desaprobó públicamente el comportamiento de Valentín Santana, líder de La Piedrita: “Él dice que si consiguen a determinada persona, con nombre y apellido, lo van a matar. Yo llamé a la fiscal general para que tomen acciones. Esa persona (Santana) debe ser detenida, porque nadie puede andar amenazando de muerte a nadie, ni tomarse la justicia por su propia mano”. Sobre Santana ya pesaban dos órdenes de captura por, presuntamente, estar involucrado en homicidios. Estas declaraciones de repudio fueron hechas en un momento en el que Chávez se jugaba su permanencia en el poder: ocho días antes del referéndum por la enmienda constitucional en el que se votaría la opción de elección continua de todos los cargos escogidos por voto popular propuesta por el jefe de Estado. El “sí” venció, Chávez garantizó su reelección, la fiscal Luisa Ortega Díaz no “tomó acciones” y Santana no perdió su dominio.
El polémico líder de La Piedrita se mostró en público hace dos años. Dirigió un discurso en el 23 de Enero para conmemorar el derrocamiento del dictador Marcos Pérez Jiménez. Lo hizo acompañado de niños –fotografiados con fúsiles, supuestamente de juguete–, militantes del colectivo y del fallecido diputado Robert Serra. Su exposición continuó ofreciendo entrevistas a periódicos. Nadie pudo detenerlo en el 23 de Enero, un territorio bajo el control de colectivos. El Cicpc practicó un allanamiento en la sede de La Piedrita el 11 de febrero de ese año, con la finalidad de capturar a Santana, pero no lo logró: aún permanece prófugo.