Reuniones en cafés aún se cuelan

Anyela Torres | Carlos Carreño
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Tomarse un negrito, un marrón o un con leche en compañía de familiares, amigos o colegas es una costumbre social que ni la inflación ni la escasez de la materia prima cafetera han podido erradicar entre muchos venezolanos.
Los establecimientos que constituyen los llamados “cafés sociales”, lejos de estar en peligro de extinción siguen siendo un punto importante de encuentro para los criollos. La asistencia del público y las ventas se han mantenido en el tiempo, producto, en parte, de que estos espacios comercializan con una mercancía muy valorada por los clientes.

Refugio cafetero. Sin lugar a dudas el venezolano ve en los cafés un local ideal para pasarla bien en compañía de “los suyos”. Para muchos, estos locales se han vuelto una extensión de su casa o de su trabajo y les proporcionan un ambiente particular a las tertulias que puedan realizar en otros sitios como en el cine, en el centro comercial, en una tasca o en la calle.



“Nunca se había visto un lugar como este que fuese accesible, económico y donde uno pueda estar. Vengo con mis amigos a conversar, además de tomarme un café. Ya es como una costumbre para mí”, dice Emma Zabala, clienta de Café Venezuela, ubicado en el centro capitalino.

“Esta es la segunda vez que vengo pero me gusta porque es un buen espacio hasta para reuniones laborales. Mucha gente lo usa, este es un buen punto para compartir”, dice Marilyn Acosta, cliente de Café La Ballena.
Saco de actividades. Uno de los atractivos que tienen los espacios de venta de café es que le ofrecen a los clientes diversas actividades con las cuales pueden acompañar un buen negrito.

“Aparte del café, tenemos una librería, conversatorios, recitales y debates de poesía, de filosofía y de literatura. Los viernes, por ejemplo, también ofrecemos música en vivo, presentaciones de jazz o de música venezolana”, indica Fátima Molina, encargada del Café La Ballena.
El público se ve atraído por el abanico de posibilidades que le brindan los cafés sociales para la dispersión y para amenizar sus chácharas.

“En la parte de arriba tenemos una sala de lectura en donde la gente se instala, se toma su café, lee su periódico, revisa su celular, eso hace que muchas personas usen este local como un punto de encuentro para hacer cualquier actividad”, cuenta Simón Cedeño, barista de Café Venezuela.
Todo público. Los clientes que se ven en los cafés son diversos. Simón Cedeño, barista de Café Venezuela, señala que el público que los visita “varía de acuerdo al momento del día”.

Y es así, en este establecimiento de la Plaza Bolívar de Caracas se pueden ver en las mañanas, de lunes a domingos, a los adultos mayores, mientras que los días de semana al mediodía y en la tarde van los adultos contemporáneos que laboran en oficinas aledañas. Los más jóvenes se reúnen principalmente los fines de semana en las noches.
Para Fátima Molina, encargada de Café La Ballena, el grueso de los clientes lo conforma precisamente el público ejecutivo. “Ya que estamos en una zona principalmente comercial, rodeada de muchas entidades bancarias y de varios ministerios”, dice.

Paladares gourmet. Aquellos cuyo gusto por el café les ha permitido desarrollar un paladar exigente, también tienen su espacio en Cine Citta.
Este local, que está ubicado en el Centro Comercial Polo de Bello Monte, tiene una variedad de máquinas especiales para procesar el café y darle un sabor más exquisito.

Su encargado, que prefirió declarar bajo reserva de dominio, asegura que sus cafés “son hechos por baristas y expertos, no los típicos de areperas o cafeterías exprés”.
Resalta que hay muchos clientes que incluso les indican si desean que el grano de su café sea más o menos tostado, o incluso escogen las máquinas por las que quieren que éste sea procesado.

“La clientela de café ha aumentado mucho, a diario yo vendo hasta 20 kilos de café. Esto traducido en tazas supera las 100. Y es variado, así como vienen personas solas, también se acercan grupos hasta de 20 personas”, dijo.
Acerca de la edad, aclaró que su clientela no tiene una medida para el sitio y que a pesar de que ofrece delicateses de esta bebida, el más cotizado es el marrón.
Tinto para pillos. Roberto Rodríguez relata que “casi todas las tardes” asiste al Caffé Píu, un local situado en la Calle Chama de Colinas de Bello Monte, pues considera que esta es una gran oportunidad para conversar con féminas.
“Casi siempre vengo con amigas o compañeras de trabajo, porque me gusta la buena compañía y ésta es una buena forma de matar el estrés”, indicó.

Aroma a turismo. El buen sabor de esta bebida no solo parece envolver a los caraqueños que se reúnen o van de paso por algún café, sino también parece endulzar a otros venezolanos que viven en el interior.
Alexis Gómez, merideño, comenta que para él se ha vuelto una tradición visitar el Café Venezuela cada vez que debe viajar a Caracas a hacer “una vuelta” o diligencia.
“Casi siempre vengo con mi esposa y es fijo: un viaje pa’ Caracas es un café en el centro, seguro”, asevera.
Lourdes Hernández relata que debido a su profesión como comerciante de cosméticos debe viajar desde Lara a Caracas, al menos una vez a la semana, en busca de mercancías y productos.

En una de sus travesías, que se postergó accidentalmente, por las calles de Caracas, el olor a café (que según ella emanaba del Café Venezuela de la Plaza Bolívar), le hizo la invitación a “tomarse uno”.
Desde ese día, siempre que viaja con su sobrina, decide hacer una parada por ese local para degustar un “con leche” .
Amarilis Álvarez, por su parte, hace un llamado a la cadena de café socialista para que abran los locales los días domingos, pues señala que esos días son “ideales” para atraer turistas.
“Sobre todo allí en la Plaza Bolívar, porque es una zona céntrica, que visita todo turista, tanto venezolano como extranjero”, expresó.

Encuesta. En nuestras redes sociales realizamos una encuesta para conocer si se mantiene la costumbre de "tomarse un café" en nuestros lectores. Estos fueron los resultados: