Cuando Hugo Chávez tomó el poder en
Venezuela hace poco menos de 20 años, el populismo de izquierda que
profesaba estaba llamado a salvar la democracia. En cambio, ha generado
una implosión de la democracia, marcada esta semana por un ataque a la
independencia del Parlamento.
El destino de Venezuela es un llamado
de atención: el populismo es un camino que, en sus inicios, puede verse
y sentirse democrático. Pero, siguiendo sus conclusiones lógicas, puede
degenerar la democracia o incluso instaurar un autoritarismo, reseña The New York Times.
El populismo no siempre termina en
una autocracia. El colapso de Venezuela ha sido ayudado por otros
factores, incluyendo la caída de los precios del petróleo, y las
instituciones democráticas pueden comprobar las tendencias más oscuras
del populismo.
El país está sintiendo las tensiones
fundamentales entre el populismo y la democracia que están ocurriendo
alrededor del mundo. Esas tensiones, si no se vigilan, pueden crecer
hasta que uno de los dos sistemas prevalezca. Pero aunque los países
deben escoger qué sistema seguir, la elección rara vez es hecha
conscientemente y sus consecuencias pueden no ser tan claras hasta que
es demasiado tarde.
Rompiendo el viejo orden
La ola de rabia populista que terminó
con Chávez en la presidencia en las elecciones de 1998 fue propulsada
por las críticas sobre el estado de la democracia en Venezuela para el
momento.
Cuando Chávez se convirtió en
presidente, el sistema judicial era disfuncional y corrupto. Un reporte
del Observador de Derechos Humanos mostró que la Corte Suprema
"estableció cuotas fijas para resolver distintos tipos de casos".
Menos de 1% de la población tenía
confianza en el sistema judicial. Como resultado, hubo un amplio apoyo
para la primera ronda dde reformas judiciales en 1999, la cual
incrementó su independencia e integridad, según una encuesta realizada
ese año por el Programa de Desarrollo de las Naciones Unidas.
Pero cuando el Tribunal Supremo se
rehusó a permitir la prosecución criminal de cuatro generales que Chávez
creyó habían participado en un intento de golpe de Estado en su contra,
vio al sistema judicial como un obstáculo para cumplir la voluntad del
pueblo y cómplice de las elites corruptas a las que prometió oponerse.
Las tensiones aumentaron cuando en
2004 cuando el Tribunal Supremo declaró que la petición para realizar un
referéndum revocatorio para destituir a Chávez del cargo tenía
suficientes firmas ara proseguir.
"Al cabo de los siguientes años, el
Tribunal Supremo, recientemente renovado, despediría a cientos de jueces
y nombraría a otros cientos", encontró el reporte de 2008 de la ONG
americana.
"El Populismo siempre estará en tensión con la democracia"
Cas Mudde, un politólogo holandés, escribió una columna en 2015 para The Guardian que "el populismo es una respuesta democrática iliberal a un liberalismo no democrático".
En otras palabras, Chávez, como otros
líderes populistas, dijo a sus simpatizantes que sus problemas eran
causados por élites e instituciones sin respuesta y antidemocráticas. Un
líder fuerte, argüía, era necesario para romper con esas sombrías
fuerzas e imponer la voluntad de la gente. Ese mensaje fue popular, como
sus primeros pasos.
"Aunque esto viene con un precio",
escribió Mudde. Este "extremismo mayoritario" reenmarca la democracia no
como un proceso negociado que pretende incluir y servir a todos, sino
como una batalla entre la voluntad popular y quienquiera se atreva a
oponérsele - incluidos jueces, periodistas, líderes opositores e incluso
tecnócratas gubernamentales llamados, en algunos países, como un
"Estado profundo".
Para leer la información completa de The New York Times, haga click aquí.
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