“Vengo a las marchas porque mis hijos se
fueron del país. Soy diabética, no consigo los medicamentos. Para morir
en una cama, prefiero que sea en una protesta de estas. Igualmente me
voy a morir y en mi casa no me voy a quedar”, manifestó con
determinación la “abuela del casco rojo” –prefiere que la llamen así-,
quien se ha mantenido “en la lucha” 77 de los 87 días de protestas en el
país.
“Sus hijos” –como les dice a los
muchachos manifestantes– la apodan así por su casco de plástico de color
rojo, el cual no solo usa para protegerse la cabeza de los disparos de
lacrimógenas y perdigones a los que se expone en las protestas, sino
también para plasmar allí sus mensajes de descontento contra la crisis
que agobia al pueblo venezolano.
La mujer de 58 años de edad es
diabética y desde hace varios meses tiene suspendido el tratamiento para
controlar la enfermedad, debido a que no consigue la medicina ni otros
dos fármacos que le pueden servir de paliativo. “Estoy expuesta a caer
en un coma diabético, no se consigue nada”, lamentó.
Pese a la enfermedad que padece y a
la represión, señaló que no teme acompañar y ayudar a “sus hijos” en las
protestas. “No tengo miedo. Me han dado perdigonazos y el miedo lo
perdí. Ese dolor no es tan fuerte como perder a Venezuela. Prefiero
morir en la calle, en resistencia, que en una cama”, expresó mientras
mostraba varias heridas de perdigones en los brazos.
La mujer, que vive en el municipio
Libertador, aseguró que ha sido testigo de la muerte de 11 manifestantes
en Caracas, y por eso en su casco lleva estampadas 11 estrellas
blancas. “Son las estrellas de nuestra bandera. Estas estrellas son los
muchachos que he visto caer cuando los mata una bomba lacrimógena o un
disparo de perdigón. Siento impotencia y un dolor tan grande y me
pregunto por qué los vamos a dejar solos”, manifestó con conmoción.
También está grabado a los lados del
casco el símbolo de la paz y las palabras “calle” y “resistencia”. Es su
manera de apoyar y alentar a los manifestantes a continuar en la calle,
a no rendirse “hasta lograr la paz y la libertad para Venezuela”,
explicó la abuela el sábado mientras junto a un grupo de mujeres hacía
una cadena humana frente a la Base Aérea de La Carlota, para proteger a
los jóvenes de cualquier ataque por parte de los funcionarios de la
Guardia Nacional Bolivariana que resguardaban el perímetro militar.
“Ellos –la resistencia– son mis
libertadores, en la nueva historia serán los libertadores”, indicó en
medio de un clima de impotencia y tristeza durante la protesta del
sábado en la autopista Francisco Fajardo justo en el lugar donde
asesinaron a David Vallenilla, cuando protestaba el jueves pasado.
Declaró que le preocupa que la juventud emigre a otros países, ya que
sus dos hijos forman parte de la cifra de venezolanos en el exterior.
Es la primera vez en su vida que
protesta. “Nosotros vamos a triunfar, porque el bien vence al mal”, dijo
con el mismo temple que cuando manifestó que no tenía miedo. Aseguró
que pese a la crisis económica, política y social actual, tiene
esperanzas de que vendrá un cambio positivo. “Esos muchachos van a tener
un futuro garantizado aquí en su país, lleno de todo lo que nos
merecemos”, afirmó.
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