Venezuela lleva años siendo un hervidero
de historias. Unas horrendas que están llenas de miseria por la
indiferencia del gobierno de Nicolás Maduro, y otras épicas, por
solidarias. El caso del río Guaire, ubicado en la ciudad de Caracas,
abarca un poco de todo esto.
Por: Mildred Manrique / LaPatilla.com
El río Guaire es un desembocadero de
aguas sucias, pero cada día hay más familias bañándose allí, pero no por
placer, lo hacen porque no tienen hogar, ya que viven en las laderas de
este caudal de cañerías. Este es el reflejo de un pueblo golpeado por
las necesidades, pero que aun así, no se rinde.
Es menester recordar que esta es otra de
las promesas incumplidas por Maduro y su combo, jamás lo han limpiado y
tampoco se han preocupado por ayudar a los venezolanos que han caído en
situación de calle: 12 años de mentiras y mayor desidia.
El difunto Hugo Chávez invitó, en 2005,
hace 12 años, a su homólogo nicaragüense Daniel Ortega a bañarse en el
río que cruza la capital del país. Nunca lo pudo hacer.
La exministra del Ambiente, Jacqueline
Faría, recibió para la recuperación del Guaire 14 mil millones de
dólares, pero nadie sabe que hicieron con eso porque la funcionaria
prometió que la obra estaría culminada en 2014 y que los venezolanos
también se bañarían en un río limpio; pero ya estamos en el último
trimestre de 2017 y se observa lo mismo de siempre: agua marrón y
maloliente.
Se nota que el nuevo ministro de
Ecosocialismo y Aguas, el militar Ramón Velásquez, tampoco se ha
interesado en atender esta dramática situación.
En un recorrido realizado recientemente
por el Guaire desde Caño Amarillo hasta Petare, se observaron al menos
100 personas viviendo allí. Algunos son indigentes, como el caso de
Armando Aguilera, quien lleva 40 años a las orillas de este río y afirma
que ahí morirá.
“Nunca me han ayudado, estoy aquí desde
los 9 años. Yo no creo en este gobierno ni en la Misión Negra Hipólita.
Una vez vinieron y me botaron todas mis cosas, me maltrataron”, dijo
argumentando que así no se hacen las cosas.
A medida que avanzamos por este lugar
donde también impera la delincuencia, nos topamos con jóvenes, la
mayoría entre 16 y 25 años. No tienen empleo, no estudian, se alimentan
de la basura, hasta persiguen los camiones recolectores de desechos.
Su rutina diaria es la supervivencia.
Duermen en alcantarillas, entre el monte o en escalones del río. Por la
mañana se van a recorrer las calles, los hombres persiguen los camiones
de recolección de desechos para llevar sobras de alimentos a las mujeres
y niños. Mendigan dinero en los semáforos o cualquier esquina. Otros
lavan parabrisas de los carros para ganarse algo de dinero. Y también
están los que salen a robar. Allí hay de todo: Llevan mala vida.
También se rebuscan recolectando
aluminio, cartones y cualquier objeto de valor que se consigan entre
esta corriente de agua sucia, aquí están los “garimpeiros”. Ellos viven
de eso, se pueden ganar entre 70 y 100 mil bolívares diarios, si tienen
suerte.
El testimonio de una jovencita certifica
este drama que el gobierno siempre ha pretendo obviar. Misgreidy tiene
25 años y lleva 3 viviendo en el Guaire. Perdió parte de su dentadura un
día en el que la Policía Nacional llegó al punto donde habita para
“correrlos y botarles todas las pocas cosas” que tenían.
“Nos golpearon. Yo estaba embarazada y
perdí a mi bebé, yo les dije que estaba preñada y no les importó. Me
empujaron hacía el río y me di un golpe en la boca y se me cayeron los
dientes. Aquí creen que nosotros por vivir en la calle no somos
personas, que también merecemos respeto y que tenemos derechos. Los
policías nos decían que si ellos nos mataban nadie pagaba porque no
valemos para nadie”, relató al equipo de LaPatilla y 800Noticias.
Aunque esta joven no pudo tener a su
bebé, hay otras jóvenes con niños recién nacidos en brazos. A pesar de
las condiciones infrahumanas en las que están, se consideran familia y
no les importa procrear.
De las cosas buenas, están aquellos
venezolanos solidarios. Se acercan y les llevan ropa usada, sabanas y
comida, pero ellos (los que habitan El Guaire), conocen bien cómo son
vistos “allá arriba”, desde la Francisco Fajardo, pero niegan ser todos
aquellos calificativos que la gente utiliza cuando ven como algunos se
lanzan por el hueco de la autopista. Se escuchan gritos repentinos,
“nido de ratas, delincuentes”, por ejemplo.
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