El dinero no le alcanza, tratarse el
cáncer de pulmón es imposible por falta de medicinas, la delincuencia en
su barrio campea: Luber encarna los males que aquejan a los venezolanos
y que podrían agravarse con un default. En el piso 18 de un precario
edificio del centro de Caracas, la mujer de 56 años muestra una nevera
en la que solo hay agua. En su casa se olvidaron de comer carne por la
desbocada inflación, que el FMI proyecta en más de 2.300% para 2018.
"Nos remediamos con granos y eso
cuando uno los puede conseguir. Un kilo lo rendimos para dos o tres
días", cuenta Luber Faneitte a la AFP. Empleada pública, tiene una
incapacidad médica por su enfermedad, debido a lo cual recibe poco menos
del ingreso mínimo (de unos 8,7 dólares mensuales al "dólar negro").
Depende de los alimentos que le vende
el gobierno a precios subsidiados una vez al mes, en un plan para
paliar el agudo desabastecimiento. La última bolsa trajo dos kilos de
frijoles, uno de arroz, dos litros de aceite, un kilo de leche en polvo y
cuatro kilos de harina. Ya se agotó, pues Luber vive con Betzaida, de
36 años, la segunda de cuatro hijos, y tres nietos.
Dependen de su sueldo, que podría
reducirse 35% si la declaran en invalidez. Según Cendas, una ONG que
monitorea el costo de vida, en septiembre se requerían seis salarios
mínimos para cubrir la canasta básica. La pobreza de Luber llega al
punto de que tuvo que enviar a un hijo discapacitado a vivir con
familiares.
Aunque no haya nada de cocinar,
mantiene la hornilla encendida para no tener que comprar fósforos. El
grifo bota un chorrito día y noche porque está dañado y no tiene plata
para repararlo. Tenerlos así le sale más barato en un país donde los
servicios básicos son casi regalados.
Brebajes a falta de medicinas
Venezuela está al límite de un
default, luego de que el presidente Nicolás Maduro anunciara que buscará
"refinanciar y reestructurar" la deuda externa de unos 150.000 millones
de dólares. "No sé si eso (el default) es lo que necesita Venezuela
para terminar de abrir los ojos. Lo que sí vamos es a pasar mucha más
hambre y necesidad", asegura Luber.
Aunque no comprende cómo llegó el
país a esta situación, padece los rigores. En enero abandonó la
quimioterapia cansada de no hallar medicamentos, escasos en 90% según la
Federación Farmacéutica. Lo hizo tras dos años de debatirse entre
comprar comida o medicinas, cuya importación redujo drásticamente el
gobierno para servir la deuda.
"Una sola pastilla la venden en 5.000
bolívares y necesito una diaria, no puedo costearla", lamentó. De
hacerlo, tendría que invertir la tercera parte de su ingreso. Los
médicos le explicaron que su cáncer pulmonar solo puede tratarse con
quimioterapia, pero en su lugar prepara brebajes caseros. "Agarro un
frasquito y pongo caña blanca (licor), miel y sábila. Lo dejo en el
sereno (intemperie) dos días y luego me tomo una cucharadita en la
mañana y otra en la noche. Siento que respiro mejor cuando tomo eso".
Fumadora desde los 15 años, se ahoga
al hablar y caminar. Ha sufrido tres paros respiratorios. Con ironía,
recuerda cuando el fallecido presidente Hugo Chávez denunciaba que los
pobres comían "perrarina" (alimento para perros): "Yo quiero volver a
comer eso".
En medio de las balas
La mujer se cansó de ir en vano a los
hospitales en busca de medicinas y gastarse el poco efectivo, que
también escasea. Un enésimo problema que Maduro intenta resolver con el
uso masivo del dinero electrónico, pero en Hornos de Cal, el barrio de
Luber, no hay internet porque se robaron el cableado.
La delincuencia allí está desatada
como en casi todo el país, donde en 2016 se registraron más de 21.000
homicidios (una tasa de 70,1 por cada 100.000 habitantes). En el
edificio de Luber quedan orificios de bala como evidencia de los
tiroteos entre bandas rivales, un peligro constante que la obligó a
reubicar las camas de su apartamento para alejarlas de las ventanas.
"Estoy resignada a lo que Dios
quiera", afirma la mujer, caminando sobre unas sandalias viejas. "Tengo
años tratando de cambiar mis 'cholitas' pero cada día se pone más dura
la cosa. Las pego, las remiendo"
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