Desde el año 2017 la cantidad de
venezolanos que resolvió irse del país debido a la crisis económica ha
sido tan alta que los psiquiatras han tenido que modificar el formato de
sus consultas para atender las inquietudes. “El movimiento migratorio
de los venezolanos ha sido dramático en el último año, inclusive hemos
tenido que improvisar técnicas de afrontamiento novedosas, porque el
fenómeno ha sido muy particular”, afirma Luis Madrid, médico psiquiatra
especialista en trastornos afectivos y coordinador del Comité de
Trastornos Afectivos de la Sociedad Venezolana que agrupa a estos
profesionales.
—¿En qué consiste esa particularidad?
—Si bien este proceso de éxodo
comenzó hace cuatro años de manera significativa, ahora la gente sale
huyendo sin ningún tipo de programación, sin plan de vida, de manera no
programada, caótica, y eso aumenta el riesgo de que el proceso
migratorio no sea exitoso. De este extremo al otro, constituido por
gente que se va del país con mucha planificación, hay una gran variedad
de personas que se marchan o se han ido.
—¿Cuáles son esos tipos de pacientes?
—En primer lugar, el venezolano que
está en esta situación requiere de abordaje porque los habitantes de
este país nunca han sido emigrantes y nunca tuvieron esa necesidad. Las
personas que abandonan el país con un buen diseño de vida en otra parte,
no tienen necesidad de atención. Sin embargo, veo mucha gente que migra
con muchas dudas. Son pacientes que tienen que irse del país pero no
quieren, y expresan miedo, que es el sentimiento más común y que se
traduce en angustia, ataques de pánico: son aquellos que tienen hijos o
familiares en el exterior que les piden que viajen porque los acogerán
en sus casas, o que tienen hijos menores y desean darles una mejor
educación. Otros que han hecho planes para irse pero no saben cómo lo
harán, son los que dicen “me voy y allá veo qué hago y cómo resuelvo”, y
son muy frecuentes; inclusive hay pacientes que se fueron y regresaron a
Venezuela, después de haber vendido todo aquí.
—¿Cuál es el tipo de paciente que va a la consulta con más frecuencia?
—Vemos al que quiere migrar y va a un
destino definido, y a aquel que sale huyendo, el que dice “allá veré
qué hago”. Con este tipo de personas hay que trabajar en terapia la
delimitación del proyecto, porque si bien es verdad que esa expresión la
dice mucha gente, una cosa es la situación idealizada y otra cosa es lo
que viven cuando están allá. A esta gente es a la que hay que detener y
ayudar a dirigirse, a ver si está claro y seguro. Siempre le
aconsejamos que no salga huyendo del país así lo hayan secuestrado. El
proceso de adaptación de la migración no es tan sencillo como muchos
piensan.
—¿Qué razones alegan los pacientes que deciden irse a vivir a otro país?
—Las razones más frecuentes son la
situación económica y la inseguridad. Tengo pacientes que llegan a la
consulta con estrés postraumático porque fueron secuestrados, son los
que no volvieron a la segunda consulta porque se fueron del país. Pero
lo grave es que estamos pasando de una situación de miedo estructurado,
si se quiere normal frente a la situación del país, a una situación de
incertidumbre, de duda, de falta de certeza; nuestro cerebro no está
diseñado para manejar la incertidumbre de forma prolongada, como se vive
ahora, porque eso genera confusión y caos.
—¿Qué le dicen acerca del futuro?
—Algunas personas lo temen, desean un
futuro estable, darle más sentido a sus vidas; muchas se van no solo
por petición de la familia, sino también por otro tipo de situaciones
traumáticas, como que se quedaron sin trabajo o no tienen qué comer.
Esas son las principales razones.
—¿Cómo se encuentran emocionalmente las personas que migran?
—Principalmente sienten miedo y mucha
culpa. Miedo a si les va a ir bien, si realmente cuentan con
suficientes recursos, miedo a si la familia podrá seguir integrada. Hay
un síndrome del agujero del conejo que es aquel que se siente cuando se
teme si la familia puede desintegrarse o la relación de pareja puede
romperse; es igual a como cuando se muere un hijo u ocurre alguna
infidelidad.
—¿Con qué frecuencia ve a personas que regresan al país porque no lograron proyectos de vida afuera?
—Los he visto. Recientemente atendí a
una pareja que regresó de Panamá. Son casos complejos porque los
venezolanos en otros países están enfrentando el bullying, la burla o el
rechazo, y cuando regresan al país no llegan a Caracas, donde vivían,
sino a otras ciudades, como Valencia por ejemplo, para no ser vistos por
sus antiguos vecinos. Prefieren mantenerse en un bajo perfil. El
proceso de migrar es complicado pero es el fenómeno que está marcando la
vida de los venezolanos.
“Es difícil el proceso de adaptación”
Luis Madrid Peroza afirma que hasta
hace un año tenía consultas por Skype de manera eventual, pero que ahora
ocupan casi todas sus mañanas, por lo que procura adaptar sus
compromisos académicos en la UCV. “Han trastocado un poco mi actividad
pero es una necesidad para muchos venezolanos que han emigrado y viven
intensamente todo el difícil proceso de adaptación: depresión, ansiedad,
duelo, y de precariedad de atención del médico venezolano. Muchas
personas me contactan y las remito a colegas que trabajan en los países
donde viven. Luego me dicen que se resisten, que no regresan a esas
consultas porque además de padecer todos los problemas de vivir en un
país extraño, las consultas con los médicos duran solo 10 minutos. Les
parecen frías y ellos buscan calidez”.
—Cuáles son los sentimientos más comunes de quienes ya viven en el exterior y le consultan?
—Transmiten trastornos adaptativos y
sentimientos mixtos de rabia, frustración, miedo por la violencia y la
xenofobia que muchos padecen. También comunican problemas de familia:
rupturas de relación de pareja, discusiones o desencuentros familiares, e
inclusive estamos viendo muchos problemas de consumo de drogas y de lo
que llaman “malas juntas”, especialmente entre los más jóvenes del grupo
parental.
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