Foto: Referencial
Redacción 2001
El perreo alcanza un sentido diferente al de la pista de baile,
cuando las mafias internacionales activan sus estrategias más obscuras,
para surtir de todo tipo de armas a Estados, organizaciones e
individuos.
Cuando la red de complicidad que se monta sobre cifras millonarias
termina llevando su paquete al eslabón más extremo de la cadena de la
violencia, deja en manos indebidas la pistola, el revolver que mañana
enlutará a un hogar.
Para esos perros de la guerra al por mayor y al menoreo uso, porte y
tenencia de armas de fuego hoy podría ser un mal día. Y es que este
lunes es el Día Internacional de la Destrucción de Armas de Fuego,
establecido así por la Organización de Naciones Unidas (ONU) en 2001.
En Venezuela, la política correspondiente es una bandera del Ministerio del Poder Popular para las Relaciones Interiores y Justicia que se agita con frecuencia en el Servicio Nacional para el Desarme (Senades) como parte de lo que suele etiquetarse como "una cultura de paz y sana convivencia".
A otras luces, el pase de las ruedas de un tanque sobre una alfombra
de revólveres y pistolas decomisadas o "entregadas voluntariamente"
podría representar una esperanza de vida, más la realidad de la calle le
dice otra cosa. Y eso, sin que las cifras de muertes por violencia sean
proporcionadas cabalmente.
La Ley del Desarme se queda corta en su enunciado: "El Estado
venezolano, a los fines de salvaguardar la paz, la convivencia, la
seguridad ciudadana y de las instituciones, así como la integridad
física de las personas y de sus propiedades, implementará políticas
integrales dirigidas al desarme de la población".
El mandato constitucional, de estricto cumplimiento, queda detenido
en el sistema penitenciario, donde supuestamente el control de armas es
más expedito y se penaliza a través del artículo 122 |
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