Por Juan arredondo / Angélica Cuevas
Por lo menos un millón y medio de venezolanos han dejado su país en los últimos dos años utilizando a Cúcuta, Colombia, como principal puente de escape. Venezuela vive una diáspora sin precedentes, impulsada por una hiperinflación que se viene agudizando desde el 2016 y se refleja en sueldos simbólicos, quiebras, hambre y violencia.
La imparable devaluación de su moneda, el bolívar, hace más dramática la situación de quienes cruzan el Puente Simón Bolívar hacia Cúcuta. Mientras en el 2016 un bolívar valía $2,2 pesos colombianos, en mayo de este año el mismo bolívar se conseguía por $0,0025 pesos. Para muchos venezolanos es una sorpresa ver que hoy en Colombia su dinero no vale nada. Y entonces, para sobrevivir, están dispuestos a hacer lo que sea necesario: familias enteras pasan las noches en los parques y terminales de Cúcuta, trabajan informalmente en lo que resulte y venden lo que traigan a la mano: teléfonos celulares, zapatos, anillos de bodas e incluso el cabello de las mujeres.
Por lo menos un millón y medio de venezolanos han dejado su país en los últimos dos años utilizando a Cúcuta, Colombia, como principal puente de escape. Venezuela vive una diáspora sin precedentes, impulsada por una hiperinflación que se viene agudizando desde el 2016 y se refleja en sueldos simbólicos, quiebras, hambre y violencia.
La imparable devaluación de su moneda, el bolívar, hace más dramática la situación de quienes cruzan el Puente Simón Bolívar hacia Cúcuta. Mientras en el 2016 un bolívar valía $2,2 pesos colombianos, en mayo de este año el mismo bolívar se conseguía por $0,0025 pesos. Para muchos venezolanos es una sorpresa ver que hoy en Colombia su dinero no vale nada. Y entonces, para sobrevivir, están dispuestos a hacer lo que sea necesario: familias enteras pasan las noches en los parques y terminales de Cúcuta, trabajan informalmente en lo que resulte y venden lo que traigan a la mano: teléfonos celulares, zapatos, anillos de bodas e incluso el cabello de las mujeres.
Para reunir los 50.000 pesos colombianos (US$17,5 dólares)
que cuesta un tiquete de bus de Cúcuta a Bucaramanga, habría que
entregar 10.000.000 bolívares, que equivalen a cuatro salarios
mínimos mensuales de Venezuela. Para muchos migrantes esa cifra es
inimaginable allá o acá, porque en Cúcuta, la frontera con más desempleo
de Colombia y la ciudad que más venezolanos está recibiendo, ganar
dinero se volvió toda una hazaña.
Por eso, decenas de personas deciden agarrar las maletas y tomarse a pie la carretera. Esa es la historia de Junior Reverol, Joselyn Castillo y Karina Gómez (con 8 meses y medio de embarazo), quienes hacen parte de un grupo de 13 personas que partieron de Cúcuta a Cali el 13 de mayo del 2018, día de las madres: un recorrido de 950 kilómetros que en carro, puede tomarse 18 horas.
A pie, en bus o en bicicleta
Jovanny Barreto o ‘El Muñequito Báez’, es ciclista de ruta hace 23 años y alguna vez compitió La Vuelta al Táchira. Hace tres días salió pedaleando de Barinas, al occidente de Venezuela, buscando llegar a Ecuador. Mientras avanza, su estrategia es inscribirse a carreras locales que busca por Facebook, luchar el podio y reunir algo de dinero para comer y enviar a Venezuela. A diario recorre 70 kilómetros que toma como entrenamiento. Dice que si la cosa no funciona, buscará trabajo de herrero, pintor, mecánico o vendedor. El 14 de mayo se encuentra a los caminantes al borde de la carretera y descansa con ellos. “La semana pasada una de mis nietas me pidió comida y no tuve para darle, así que arranqué. No me estoy yendo del todo, yo no cambio a mi Venezuela por ningún país. Hoy nos tocó migrar pero cuando mi Venezuela se arregle, regreso”, dice.
Para leer la nota completa pulse Aquí
Por eso, decenas de personas deciden agarrar las maletas y tomarse a pie la carretera. Esa es la historia de Junior Reverol, Joselyn Castillo y Karina Gómez (con 8 meses y medio de embarazo), quienes hacen parte de un grupo de 13 personas que partieron de Cúcuta a Cali el 13 de mayo del 2018, día de las madres: un recorrido de 950 kilómetros que en carro, puede tomarse 18 horas.
A pie, en bus o en bicicleta
Jovanny Barreto o ‘El Muñequito Báez’, es ciclista de ruta hace 23 años y alguna vez compitió La Vuelta al Táchira. Hace tres días salió pedaleando de Barinas, al occidente de Venezuela, buscando llegar a Ecuador. Mientras avanza, su estrategia es inscribirse a carreras locales que busca por Facebook, luchar el podio y reunir algo de dinero para comer y enviar a Venezuela. A diario recorre 70 kilómetros que toma como entrenamiento. Dice que si la cosa no funciona, buscará trabajo de herrero, pintor, mecánico o vendedor. El 14 de mayo se encuentra a los caminantes al borde de la carretera y descansa con ellos. “La semana pasada una de mis nietas me pidió comida y no tuve para darle, así que arranqué. No me estoy yendo del todo, yo no cambio a mi Venezuela por ningún país. Hoy nos tocó migrar pero cuando mi Venezuela se arregle, regreso”, dice.
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