Foto: Archivo
Jesús Gambús
Otro seis de agosto. La fecha vuelve a convocar
irremediablemente a la humanidad a reflexionar sobre la destrucción de
las armas nucleares, a propósito de la mortandad que en fecha similar,
pero en 1945 asoló a la ciudad japonesa de Hiroshima.
Sin embargo, todas esas frases, discursos que se expresarán hoy antes
del minuto de silencio sepulcral de Hiroshima, con repetición similar
en Nagasaki el próximo jueves, son parte de un dilema que no tiene más
de un enfoque.
La continuidad de la existencia no depende exclusivamente de los
dueños del arsenal nuclear, como quedó al descubierto en el desastre de
Chernobyl, en 1986, cuya explosión accidental liberó una radiación que
afectó a densas regiones de Europa y Eurasia.
La calamidad vivida en la extinta Unión Soviética se
asomó de nuevo en marzo de 2011, cuando un terremoto y un tsunami se
combinaron para dañar al reactor nuclear de la central japonesa de
Fukushima y poner en vilo a millones de personas.
Hiroshima, Nagasaki, Chernobyl y Fukushima son parte de la interrogante. ¿ Se puede prescindir de la energía nuclear ?
Es facil hacer filas para condenar el uso del armamento por parte de
las megapotencias, pero qué decir del uso racional de fisión nuclear y
su presencia en la vida diaria?.
Mientras llega la respuesta, el debate está abierto en los
parlamentos que evalúan si se continúa la construcción de los reactores
nucleares o se procede a “apagarlos” progresivamente para darle paso a
otra fuentes de energía alternativas.
La data de de la ONU señala que actualmente operan unos 444 reactores en 30 países produciendo el 16% de la electricidad mundial. |
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