Luchando contra un creciente cansancio,
la caravana de migrantes hondureños continúa este jueves su periplo por
el sur de México camino a Estados Unidos, donde se ha anunciado el
despliegue de cientos de militares en la frontera entre los dos países
ante el avance de los indocumentados.
Los miles de migrantes partieron la
madrugada de este jueves del municipio de Mapastepec, en el sureño
estado de Chiapas. Su cuarta parada en territorio mexicano será
Pijijiapan; un trayecto que les tomará siete horas caminando.
Todavía les faltan más de 3.000 km para
alcanzar la frontera con Estados Unidos, según sus cálculos, que deben
recorrer en un mes y medio aproximadamente. La ONU estima que unas 7.000
personas viajan en la caravana.
Ante el avance de los migrantes, un
funcionario del Pentágono, que habló bajo condición de anonimato, dijo
este jueves que en la frontera con México serán desplegados “cientos” de
militares, la mayoría de los cuales realizarán tareas de apoyo
logístico.
El presidente estadounidense, Donald
Trump, cuyo discurso antiinmigrante es una de sus principales banderas
políticas, dijo este jueves que con estos militares enfrentará la
“emergencia nacional” que, a su juicio, representa esta caravana.
“Voy a sacar a los militares para esta
emergencia nacional. ¡Serán detenidos!”, tuiteó el mandatario, quien
días atrás amenazó con cancelar la ayuda al desarrollo en Centroamérica
si continúan las caravanas migratorias y exigió a México detener su
paso.
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Vencer el cansancio
Los centroamericanos partieron desde
Honduras el 13 de octubre y el cansancio ha obligado a muchos a subirse a
camiones de transporte de animales o materiales de construcción,
tráileres o incluso moto taxis que los adelantan en el camino de forma
gratuita.
Pero la mayoría sigue haciendo a pie el
trayecto que va en paralelo con la costa del Pacífico; algunos cargando a
sus hijos en los hombros, otros incluso empujando a lisiados en sillas
de ruedas.
“Es la misión de nosotros llegar bien.
Todos los hondureños que venimos acá queremos vivir el sueño americano”,
dice José Anibal Mejía, de 27 años, en la carretera cuando atraviesa la
pequeña comunidad de Doctor Samuel León Bridis.
“Cuesta [esfuerzo], y sabemos que este
país también es peligroso, pero allá en Honduras es más peligroso, matan
por nada”, agrega con su hija a 8 kilómetros de la cabecera de
Mapastepec.
Él, su hija, su sobrino y un vecino se
dedicaban a cultivar café, pero tomaron la decisión de abandonar
Honduras porque la plaga Roya, considerada una de las enfermedades de
plantas más catastróficas, provocó la quiebra de la finca en la que
trabajaba.
Otro integrante del masivo éxodo es
Sergio Cáceres, de 40 años, quien avanza empujado en su silla ruedas por
un amigo que conoció en la caravana. “Decidí salirme de la casa porque
ya tengo 20 años así, por un accidente bañándome, y necesito una
operación. Yo quiero hacérmela en Estados Unidos. En mí país nadie me
apoya”, confiesa. Va en busca de dos hermanas que viven en Estados
Unidos y que lo han mantenido.
México había informado que sólo
ingresarían desde Guatemala quienes contaran con documentos legales,
pero la mayoría entró cruzando clandestinamente el fronterizo río
Suchiate.
Hasta el miércoles, se contabilizaban
1.743 solicitudes de refugio en México, particularmente menores de edad
con sus madres y mujeres, según el gobierno mexicano.
AFP
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