Imagine un grano de azúcar refinada;
ahora piense que ese diminuto grano es 50 veces más potente que la
heroína y 100 veces más intenso que la morfina. Piense también que tan
sólo dos granos de esa “azúcar” puede causarle la muerte. ¿Lo creería?
Por: Katherine Lizeth Castaño Jaramillo | Las 2 Orillas
Pues en el mundo existe una sustancia con esas características, se llama fentanilo, una droga sintética que hace parte de los llamados opioides. Su producción en grandes cantidades se realiza en China,
aunque Estados Unidos es el país que más la consume, convirtiéndose en
el peor problema de salud pública que deben afrontar los
norteamericanos.
En un principio el fentanilo era
utilizado para aliviar dolores intensos, pero con los años su poder
analgésico llamó la atención de los carteles de la droga que hoy lo
comercializan como un estupefaciente más. Eso sí, sus efectos son
devastadores. Para los expertos, consumir dos miligramos de esta potente
droga, es considerado una sobredosis y puede acabar con la vida de
quien la consume.
Tan sólo en 2017 el fármaco cobró la vida de por lo menos 30 mil estadounidenses,
el 41,6% de las muertes por consumo de drogas en ese país. Y las
alarmas están prendidas, pues se espera que la cifra aumente un 10% en
el presente año. Esto, a pesar de los esfuerzos que realiza la
administración del presidente Donald Trump.
Si realizamos una comparación entre las víctimas que ha cobrado este opioide y las registradas en los atentados a las Torres Gemelas en 2001,
donde murieron 2.606 personas, podríamos decir que el fentanilo,
produce cada mes en Estados Unidos una tragedia similar a la sufrida en Nueva York aquel fatídico 11 de septiembre.
La droga es inyectada o inhalada por los
consumidores, al igual que la heroína, provocando en ellos sentimientos
temporales de euforia a los que pueden seguir peligrosas reducciones de
la respiración o de la presión sanguínea, así como náuseas,
desvanecimientos y convulsiones que pueden derivar en muertes
instantáneas por sobredosis. Algunos definen sus efectos como la
sensación más grande y abrumadora de felicidad y paz interior. Para
estas personas más que un orgasmo, se parece a la tranquila emoción
poscoital.
Opioides como la cocaína o el fentanilo son tan peligrosos que no solo producen víctimas humanas. En 2015 en Estados Unidos murieron 36 perros antinarcóticos al olerlos en aeropuertos,
terminales de buses y centrales de mensajerías. Para evitar que más
caninos mueran a causa de los alucinógenos, los policías antinarcóticos
llevan consigo un aerosol llamado Narcan, que aplican a los perros si
sospechan que han entrado en contacto con la droga.
Son tan dañinos estos estupefacientes
que los agentes de aduanas y policías al descubrirlos deben usar un
protocolo de seguridad, compuesto de máscaras para respirar y guantes,
pues la droga puede causar intoxicación al entrar en contacto con la
piel.
China, la máquina del fentinilo
El gigante asiático se ha posicionado
como el mayor productor del opioide, aunque la mayoría de sus
laboratorios son ilegales, debido a que dentro del territorio chino está
prohibida su comercialización, no así su venta al exterior, que se
realiza a través de la internet profunda y luego se envía camuflada en
otros productos.
Las autoridades norteamericanas aún no
han podido cuantificar la producción de esta droga, lo que sí han
establecido es quién es el principal comercializador del fentanilo en su
territorio. Se trata del temido cartel de Sinaloa, el mismo de Joaquín ‘Chapo’ Guzmán, que extiende sus tentáculos por las principales ciudades de Estados Unidos.
El modus operandi del cartel se ha
sofisticado, ahora adquiere directamente en el mercado negro los
químicos y fabrica el fentanilo a bajo costo, obteniendo ganancias
millonarias. Cada kilo de este opioide puede dejar en sus arcas un
millón de dólares.
El año pasado, el presidente Donald Trump, advirtió en la ONU el problema de salud pública que causan en su país los opioides y señaló a China como uno de los principales causantes de esta epidemia;
desde Beijing, adujeron, como respuesta, que el problema no era de
quienes producían el fentanilo, sino de quienes lo consumían.
Pero muchos se preguntan, porque China,
que tiene un férreo control sobre sus habitantes, no mantiene en cintura
a las farmacéuticas clandestinas que producen los precursores del
fentanilo. ¿Será que al gigante asiático le conviene la muerte de los
estadounidenses y los enormes costos económicos que esta epidemia le
genera a Washington?
Se calcula que en los próximos tres años
este problema le costará a los Estados Unidos más de 500 billones de
dólares, casi dos veces el Producto Interno Bruto de Colombia. Aunque en
la tierra del ‘Tío Sam’ no son los únicos afectados por la
proliferación del opioide. El año pasado en Canadá murieron más de 4 mil
personas por consumir fentanilo. También se reporta su consumo en
México, El Salvador y Guatemala. En Colombia las autoridades hasta el
momento no tienen información de su comercialización.
El fentanilo está cambiando el negocio
de las drogas en el mundo. Su producción es más barata y menos engorrosa
que en el caso de la cocaína y marihuana: los insumos son fácilmente
obtenibles en el mercado internacional, no requiere de grandes terrenos
ni mucha mano de obra. Además, es fácilmente transportable.
Un sobre con fentanilo podría camuflarse
como si fuera una bolsa de azúcar, aunque su poder es infinitamente
superior, pues además de drogar y asesinar a miles de personas, consigue
en un abrir y cerrar de ojos hacer millonario a quien consiga
comercializarlo. ¿Qué pasará cuando esta droga llegue a Colombia?
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