Sobre Alberto Fujimori y Sixto
Durán-Ballén pesa un triste y trágico pergamino. El presidente de Perú
durante la completa década del 90 y el jefe de Estado de Ecuador entre
1992 y 1996 fueron quienes convirtieron en guerra un conflicto
fronterizo. Ocurrió en enero y febrero de 1995. El primero buscaba la
reelección; el segundo conseguir algo de oxígeno ante la impopularidad
de su gobierno. La ambición de ambos provocó la muerte de un centenar de
soldados sumados ambos países. Fue el último ensayo bélico en la
región. Pero no fue la primera vez que en América Latina un mandatario
se iluminaba con una idea semejante: Leopoldo Galtieri, -el penúltimo
jefe de la dictadura argentina- había incurrido en el mismo plan en 1982
al intentar recuperar las Islas Malvinas provocando una confrontación
con el Reino Unido.
Nicolás Maduro coquetea con un peligroso
y similar razonamiento. Esos vientos y fantasmas agita el autócrata
caribeño desde hace algunas semanas. No pronuncia la palabra “guerra”,
pero sobrevuela su cabeza. Sobre todo en las recientes horas: el pasado 3
de septiembre ordenó la activación de un Alerta Naranja en el límite
colombiano y la realización de ejercicios militares entre el 10 y el 28
de este mes. No informó cuál era la amenaza que pende sobre su nación o
sus habitantes, ni cómo arribó a esa temeraria conclusión.
Lo resolvió cinco días después de que
una facción de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC)
anunciara su vuelta a las armas y lanzara amenazas contra Bogotá y su
clase empresaria. El mensaje emitido a toda la región fue encabezado por
Iván Márquez, histórico miliciano, y Jesús Santrich, prófugo acusado de
pertenecer a una red de narcotráfico. Ambos están en Venezuela, de
acuerdo a fuentes del gobierno de Iván Duque.
“Anunciamos al mundo que ha comenzado la
segunda Marquetalia bajo el amparo del derecho universal que asiste a
todos los pueblos de levantarse en armas contra la opresión”, afirmó el
guerrillero que supo ser parte del proceso de firma de paz con la
administración de Juan Manuel Santos. No está claro cuál sería esa
opresión a la que se siente sometido Márquez teniendo en cuenta que su
grupo armado -y él mismo- consiguió incontables hectáreas de forma legal
y sillas en el parlamento. El discurso fue montado en tierra
venezolana, donde se les regala refugio. Incluso dinero. No sólo a
ellos, sino además a quienes podrían unirse a ellos y conformar parte de
la nueva era de violencia política: el Ejército de Liberación Nacional
(ELN). Márquez y el caraqueño saben que los cabecillas del ELN se
sumarán a su iniciativa. De este modo contarán con un músculo más
potente para acosar al aparato estatal colombiano.
Es tal la connivencia entre el chavismo y
los popes rebeldes de FARC que a estos últimos puede vérselos transitar
en caravanas fuertemente custodiadas, como si fueran ministros del
régimen. Márquez pasa sus días entre Apure y Caracas; a Santrich entre
las capitales venezolana y cubana; Hernán Velásquez, El Paisa, es uno de
los personajes más siniestros del grupo y pasa sus días en Bolívar. Y
así, todos los jerarcas descontentos de la milicia.
La alianza tripartita provocó la
reacción de Duque quien fue directo al conocer la resurrección de la
lucha armada: “No es una nueva guerrilla, son narcoterroristas apoyados
por Maduro”. De todas formas, mantiene la calma y aseguró que no cederá
ante las provocaciones de su vecino. “Colombia no agrede a nadie”,
advirtió pese a que el dictador del Palacio de Miraflores ya envió a
tres mil soldados a la frontera. Los ejercicios militares se ejecutarán
en los estados de Zulia, Táchira Apure y Amazonas.
“Maduro sólo busca cohesión nacional en
medio de la crisis. Rebrotar el nacionalismo. No tiene los recursos
suficientes y necesarios para encarar una guerra”, explica a Infobae un
general en actividad que conoce en detalle no sólo la situación en la
frontera, sino la historia y las internas de las FARC y el ELN, a
quienes combatió. También enumeró las motivaciones que estarían detrás
tanto del régimen vecino como de los guerrilleros. Para el militar,
mientras el hombre que conversa con seres alados quiere activar las
fibras más viscerales de su pueblo, los grupos terroristas persiguen
otros objetivos: por un lado golpear el proceso que concluye el domingo
27 de octubre con elecciones regionales; por otro, territorialidad.
“Habrá que estar muy atentos”, alerta el oficial colombiano en off the
record. Los atentados ya comenzaron: candidatos locales perecen víctimas
de ráfagas de fusil o explosivos desde el inicio de la campaña.
“Se equivocan. Es ingenua la posición de
estas FARC. Le declaran la guerra a la clase política y empresaria de
Bogotá, con lo que conseguirán que todo el aparato del Estado les caiga
encima. Es un grave error”, pronosticó el general quien recordó que ya
intentaron algo similar en el pasado y el resultado fue aplastante luego
de que colocaran a la capital en su mira. Pero otro polo mucho más
lucrativo reúne a la disidente FARC con el ELN: el narcotráfico. “Se
repartirán territorios en el norte del país. No combatirán juntos, ni
unidos. Será una distribución de tierras para el comercio de la droga”,
describe otro coronel conocedor del movimiento guerrillero.
El chavismo (y Cuba) sólo podrá
ofrecerle asilo clandestino de momento. Tanto como para planificar sus
misiones y no arriesgar sus vidas. ¿Pero podría Caracas gestar un
autoatentado, victimizarse ante el mundo, culpar a la Casa de Nariño y
justificar así un ataque más allá de las fronteras? Parece difícil que
el desprestigiado dictador convenza a alguien. No obstante, no sería la
primera vez que persigue un giro semejante. La explosión de un drone en
un acto público el 5 de agosto de 2018 se convirtió en un grotesco de
proporciones teatrales, al extremo que el caudillo culpó al entonces
presidente colombiano Juan Manuel Santos por el hecho.
El peor escenario
Provocar una conflagración resultaría
catastrófico desde un punto de vista humanitario. E incontrolable. Más
de un millón y medio de venezolanos ha huido en los últimos años y
buscado refugio en sus vecinos de Colombia. ¿Cuál sería la reacción de
los receptores con los inmigrantes ante una agresión chavista? ¿Y la de
los desplazados? Ese sería el mayor dolor de cabeza de Duque, aunque
también de Maduro: quedaría en la historia por atacar al país que cobijó
a su pueblo -de incalculables lazos recíprocos- cuando más lo
necesitaba.
El déspota igualmente tendrá que sopesar
los movimientos regionales. Salvo Nicaragua, Cuba y Bolivia, no tiene
aliados de peso en la región y es poco lo que estos socios puedan
ofrecerle, salvo consuelo o malos consejos. México y Uruguay, aunque
comprensivos con el régimen, no aceptarían nunca una agresión
unilateral.
En ese preciso momento otros actores
pondrían en funcionamiento su rol. Brasil, que comparte límite con
Venezuela, aseguraría y reforzaría su frontera con presencia militar.
Constituye la mayor fuerza armada de América Latina sin olvidar que su
presidente, Jair Bolsonaro, es un militar que en ocasiones parecería
moverse más por la gracia de impulsos que por las tradicionales y
aceitadas vías diplomáticas. Su pulsión freudiana más radical parecería
prevalecer por sobre otras cualidades. La tensión escalaría demasiado.
Pero además Bogotá contará con un apoyo
incomparable: la Casa Blanca. Washington señaló reiteradas veces que la
opción bélica no debía ser descartada. La logística y el armamento
estarían garantizadas para Duque. La colaboración entre ambos gobiernos
se cuenta en décadas. Ante un ataque injustificado por parte de la
dictadura, tendrá de su lado al ejército más poderoso de la historia.
Otro factor es el interno. La Fuerza
Armada Nacional Bolivariana (FANB) padece la pobreza estructural y su
situación dista de ser propicia para afrontar una lucha. Las quejas de
los soldados y superiores cada vez son más frecuentes. Ya no sólo por la
realidad política, sino por la propia economía personal. Los beneficios
que antes alentaban a jurar por sus líderes ya no existen. Ni para
suboficiales ni para generales. La crisis a la que los condujo Maduro no
distingue escalafones. ¿Ahora los quiere unidos ante una amenaza
ficticia? Muchos familiares de los militares huyeron a Colombia en
búsqueda de algo de futuro. Otros compañeros desertaron.
La situación interna en las FANB
En ese clima convive Vladimir Padrino
López, el generalísimo del que su jefe desconfía. Le ordenaron que
viajara a Nicaragua para unos festejos. No participa de los ejercicios
militares. Eso sí, desesperado, muestra estertores de lealtad ante los
desplantes: “Es antitético imaginar la posibilidad de una FANB
subordinada a un proyecto entreguista, antinacional y desintegrador de
nuestra soberanía”.
“Los generales en Venezuela ocupan todo
el abanico de cargos públicos en la administración estatal. Eso quiere
decir que no solamente se encargan de la dirección de la FANB, sino
también de las empresas petroleras, algunos ministerios, la repartición y
control de los alimentos, los puertos, las empresas estatales…”, reseña
el oficial colombiano. “Este modelo creó en el cuerpo unos intereses de
negocios de los que se han aprovechado los escogidos para enriquecerse.
Sumado lógicamente a los que quedan en las filas con mando sobre las
tropas y control territorial bajo su responsabilidad que han creado
vínculos con el narcotráfico, facilitando el comercio de cocaína
proveniente de Colombia a través de las FARC y el ELN, especialmente.
Entonces, el grado es el mejor negocio que hoy se pueda tener en
Venezuela. Este panorama explica en parte la lealtad a Maduro y su
conformidad con la situación, siempre y cuando no pierdan las prebendas y
el poder del cual han sido empoderados, con todo el conocimiento que el
país se está destruyendo bajo sus pies”. El contraste con los
subordinados es un cóctel explosivo.
Así las cosas, hay un factor clave. Una
guerra convencional requeriría un desembolso extraordinario de cientos o
miles de millones de dólares. Las arcas de Venezuela están flacas como
para afrontar semejante gasto. Apenas puede darle de comer a sus
soldados o mercenarios. Rusia y China -sus huéspedes más poderosos- no
hipotecarían el futuro de sus negocios en la región por una empresa
absurda destinada a fracasar. Demasiado lejos, demasiado costoso.
Bastante con sus propios dramas como para sumar nuevos.
Maduro deberá aprender de los
experimentos bélicos más recientes de la historia de la región. Podría
terminar igual que aquellos dictadores que también pretendieron
cohesionar a sus pueblos en torno a batallas perdidas de antemano para
ganar algo del inevitable escurridizo tiempo.
Así la reseñó Laureano Pérez Izquierdo || Infobae
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