Nicolás Maduro carece hoy de ese factor
que según El Arte de la Guerra es fundamental en la lucha por el poder:
la sorpresa. Un ejemplo de esto lo constituye el retorno de la bancada
del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) a la Asamblea Nacional
(AN) que preside Juan Guaidó. La misma no ha conllevado ninguna novedad
en su accionar, ninguna carta bajo la manga, ningún conejo ha salido de
la chistera. Reseñó ALnavío.com
Por: Pedro Benítez
Por el contrario, el exministro del
Trabajo, Francisco Torrealba, coordinador de los diputados chavistas que
se reincorporaron, luego de dos años de ausencia, al Parlamento de
mayoría opositora, ha declarado que para que se le levante el desacato
al cuerpo legislativo, este debe regresar a la misma directiva que tenía
en 2016 y desdecirse de todas las disposiciones tomadas desde entonces.
Es como que si nada hubiera pasado desde
entonces. Como que si el tiempo se hubiera detenido. Y en realidad ha
pasado, y mucho. Un presidente del Parlamento reconocido por la mayoría
de las democracias del mundo como el presidente interino del país. Una
reelección presidencial (la del 20 de mayo de 2018) desconocida por esos
mismos países. Una economía devastada por un inédito proceso de
demolición. Unas sanciones internacionales. El demoledor informe de la
Alta Comisionada de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Michelle
Bachelet. Millones de venezolanos emigrando. Un desprestigio total del
régimen chavista.
Una Asamblea Nacional que pese a todos
los pesares y la persecución sigue en pie y desafiante. Una oposición
que ha conseguido en contra de todos los pronósticos reorganizarse en
torno a una nueva figura.
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