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lunes, 7 de octubre de 2019

Madrugar, caminar, pedir prestado: ser maestro para trabajar a pérdida



Ya ni siquiera son sueldos de hambre, son de indigencia, dicen los maestros cuando tratan de explicar su situación salarial acosados por la hiperinflación que les devora una quincena que no les alcanza ni para el pasaje 

La mañana del primer día de este nuevo año escolar, Aída Mendoza tenía Bs. 10.000 en su cuenta bancaria y un único billete de 500 en su cartera. No podía ir a clase y probablemente tampoco iría al día siguiente. El problema de faltar es que ella es la maestra. "Tuve que pedir prestado para ir a trabajar. Nada más contarlo me da vergüenza". Mendoza tiene 8 años de experiencia en aula, es docente nivel II y tiene un diplomado. "Pero lo que cobro son Bs. 40.000 y gasto el doble en pasaje".
"Mi familia me pregunta ¿por qué sigues yendo a trabajar, madrugando para agarrar metro y autobús, pasando roncha en la calle a veces sin desayunar? Y yo no sé que responderles, lo que me da es ganas de llorar".


Dice que es un sentimiento entre indignación y tristeza porque aunque reconoce que el sueldo de los maestros "nunca ha sido de los mejores. por lo menos uno podía mantener a una familia. Pero lo de ahora es miserable, ni siquiera me alcanza para comprar comida aunque viviera yo sola".
Esa indignación fue la que empujó a María Francia Cardoza a protestar en medio de la avenida Rómulo Gallegos, en Caracas, junto a sus compañeros del gremio docente después de dos semanas de clase en las que ni ella, ni sus hijos, ni sus estudiantes tienen garantizada la comida. "Trabajo en la escuela Fermín Toro, en el sector El Tanque de Petare y la semana pasada tuve que ir a una escuela cercana a pedir comida para mis dos hijos porque no tenía nada que darles en la casa. Llegué con dos envases y me dieron en uno sopa y en otro arroz con pescado y lo dividí entre los dos niños porque en la escuela donde yo trabajo no está funcionando el PAE".
Cardoza es docente nivel III, tiene 10 años de servicio, una especialización y una maestría. Pero hace rifas de lo que consigue y aprendió a hacer pulseritas para conseguir algo de dinero con el cual pueda redondear el ingreso porque dentro de sus gastos fijos están las medicinas de su hijo de 13 años que es diabético. "Cobro Bs. 42.000 y ¿sabes lo que tuve que hacer para poder ir a trabajar? Le pagué al zapatero con un kilo de arroz para que me pegara los zapatos porque no tenía más y los otros los usa mi hija. Yo me siento como una indigente pero soy una profesional que no ha faltado ni un solo día de clase desde que empezó el año escolar".

La protesta de calle es apenas una de las acciones que movilizan a los maestros al comienzo de este año escolar porque la precariedad no es solo en los salarios, también se extiende a la infraestructura escolar, la suspensión de los programas alimentarios, la falta de insumos para trabajar y la deserción estudiantil, aunque el ministro de Educación, Aristóbulo Istúriz, y varios voceros del Gobierno nacional han calificado estos días como "un regreso a clase feliz y en paz".
En varias ciudades del país los docentes trancaron las calles y con carteles en mano le explicaban a los transeúntes que su lucha es la que tiene más cosas en común con ellos: "No es el sueldo de un maestro, es la educación de tus hijos", le decían a todos los que se detenían a observarlos.
Aunque estaban en medio del asfalto y llevando sol, el oficio se les nota. Sacaban una libreta y con caligrafía impecable tomaron nota del nombre de los funcionarios de la GN que los abordaron para tratar de mediar para que reabrieran el paso. "Nosotros trancamos la calle pero todo el mundo entiende lo que estamos reclamando porque tiene un maestro en su familia o cercano ¿tú recuerdas a tus maestros de la escuela, verdad? ¿tú mandas a tus hijos a la escuela? Pues somos nosotros quienes los educamos", le decía en tono de lección un profesor con 20 años de servicio, a uno de los militares que se acercó para tratar de disuadirlos.

Miguel Ángel Álvarez, profesor y representante del Sindicato Venezolano de Maestros (Sinvema Petare-Barlovento), califica esta situación como "el colapso del sistema educativo porque año tras año se acumularon los problemas, el Estado dejó de invertir y junto a la hiperinflación creada por el Gobierno terminó de echarle más gasolina al fuego".
Álvarez es un docente V según el escalafón gremial, con más de 18 años de servicio y estudios de cuarto nivel. Y lo que cobra mensualmente es 1,4 salarios mínimos. "Teníamos un tabulador hasta agosto de 2018 que el ministerio eliminó de facto cuando hicieron la reconversión (monetaria). Desde allí se perdieron las primas salariales, no cumplen nada de lo establecido en la convención colectiva que sigue vigente y ahora aplican un factor de conversión que llaman 1900 y 2000, determinado por Onapre (Oficina Nacional de Presupuesto), que básicamente reduce en 90% los montos que nos garantizaba la contratación colectiva".

Por eso no duda al decir que lo que hizo el Gobierno fue "decretar la muerte de la carrera docente". Agrega que aunque el ministerio no dice la cifra saben que hay 87 mil maestros a los que les han tramitado la renuncia, sin contar los que sencillamente abandonan y ni siquiera buscan la liquidación porque les sale más caro sacar las fotocopias que implican los trámites.
Esa reflexión la comparte William Piñero, profesor con 26 años de servicio y un título de posgrado. "¿Cómo no va haber deserción docente? ¿Quién va a querer trabajar como maestro en esas condiciones en las que uno gasta más para ir a trabajar de lo que cobra? Les sale mejor vender tortas". Cuenta que en enero de este año solicitó el retiro del monto de sus prestaciones sociales después de 26 años de servicio: le depositaron Bs. 5.600 en su cuenta.
Por eso no le extraña que sus colegas vayan desapareciendo de las aulas, muchas veces sin avisar. "Es una falta de respeto que mi sueldo como jubilado sean Bs. 80.000".

2+ 2 ya no son 4

Xiomara Valderrama trata de explicar su situación y la indignación se le atraviesa en la garganta. Se le hace un nudo y por eso la maestra respira para poder continuar con el ejemplo de precariedad que muestra con su quincena: "son Bs. 40.000, eso es lo que cae en mi cuenta ¿quién come con ese salario en este país? Esta es una lucha que tienen que dar los maestros pero también tienen que darla los representantes porque las aulas se van a quedar vacías y si eso pasa ¿qué vamos a hacer como sociedad?".
Así como los problemas que los escolares deben resolver para acercarse a las operaciones matemáticas, un profesor propone este resumen de lo que significa su vida como docente: "vi que depositaron Bs. 75.000 a mi cuenta y pensé: gracias a Dios, podré comer algo hoy. Después comencé a sacar cuentas: Bs. 5.000 diarios por 5 días da = Bs. 25.000 en una semana. El restante son 50.000. Y mi pregunta es ¿Qué compro para comer en 15 días? Apenas una harina de maíz y tres huevos. Pero tengo que pagar alquiler este mes, detergente para la ropa y comprar una sal. Entonces son Bs 22.000 + Bs 9.000 en tres huevos, + Bs 10.000 en detergente+ 18.000 en una sal: la cuenta da 59.000 y entonces me faltan Bs 9.000. Y si gasto eso, como un sólo día o salgo al trabajo con ropa cochina. Pero si compro todo eso voy solo una semana al trabajo y después me van a suspender el sueldo por faltar tres días seguidos. Y si pido prestado otra vez me van a mandar a la... y si me llaman para trabajar en el 'tigre' no podré ir al liceo... y entonces si trabajo en la noche no llegaré al liceo porque tendría que descansar".

El planteamiento parece una paradoja pero cuando otros docentes lo leen, no sonríen. Muchos se ven reflejados en esa historia. "O compro algo de mercado, o lavo la ropa, o pago pasaje pero las tres juntas con este sueldo, no puedo", dice Paula González, maestra de educación artística. "Hasta hace cinco años yo gastaba de mi bolsillo para comprar material de dibujo para los niños y hasta podía imprimir cosas para que ellos trabajaran en aula. Pero ya no puedo ni comprar material para mi. Todo el mundo habla de la comida, de los zapatos, de la ropa pero no estamos contando con que los maestros nos estamos quedando atrás en formación, y eso embrutece porque te desanima, te desestimula que ni siquiera puedas pagar un libro, algo que es parte básica de nuestro trabajo, no un lujo". 
Por donde lo veía, la cuenta no le daba y por más que su vocación se impone y no ha abandonado las aulas, la maestra decidió que tenía que hacer algo extra y así fue como terminó arreglando manos y pies a domicilio. "Por lo menos dibujar me sirvió para hacer algo que ahora sí me da para vivir. Esto se cuenta y no se cree".

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