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sábado, 28 de noviembre de 2020

El coliseo económico, por Luis Francisco Cabezas G.


Twitter: @luisfcocabezas


La economía venezolana se ha convertido en una novela donde conviven la ficción, el suspenso, el drama y el terror, un verdadero thriller que haría palidecer a los editores de la saga Millenium. Cómo no recordar a la menuda e inteligentísima Lisbeth Salanderp

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Este thriller, que se llama Venezuela, nos tiene a todos como protagonistas, vivimos en vilo cada día que amanece. Las nueve de la mañana y la una de la tarde se han convertido en nuestros referentes de angustia, a esa hora se actualiza el valor del dólar y, con él, se actualizan nuestros niveles de empobrecimiento, cada día nuestra moneda de curso legal pierde su capacidad de compra y nosotros nuestras alternativas de consumo.

Somos una no economía, lo que hay es una gran reyerta económica en donde no hay reglas, donde todo vale, donde aquellos a los que solemos llamar “caídos del catre” no tienen espacio. Es un verdadero coliseo.

Hemos perdido la capacidad de asombro en materia económica, tenemos desde venta de efectivo, en donde debes pagar por un billete –cash– un precio por encima de su valor nominal o que los presupuestos de un bien o servicio tengan una expectativa de vida que gira alrededor de lo que marque el dólar paralelo en sus horas de actualización.

Nuestra situación ha hecho ver como irrelevante a la hiperinflación que siempre simbolizó el peor escenario económico para un país, tal como lo ha sido la ocurrida en Argentina en tiempos de Raúl Alfonsín. Una hiperinflación en la que concurrieron factores políticos y económicos y que se llevó por delante al primer gobierno democrático después de la dictadura en Argentina.

Sin embargo, la hiperinflación venezolana además de tener causas políticas y de mal manejo económico, tiene de fondo unas variables muy particulares, por ejemplo, el colapso de los servicios públicos, la escasez de gasolina o, incluso, el establecimiento de mecanismos de extorsión a la producción (formales e informales), que terminan impactando el precio final de bienes y servicios.

Nuestro coliseo económico está marcado por la incertidumbre, en donde agentes económicos operan por la intuición que da muchos años en el oficio, pero sin certezas. A eso se le suma la irrupción en el mercado de noveles empresarios que a “realazo limpio” buscan ganar espacio, para aprovechar la dolarización de facto que vive Venezuela.

Los comerciantes tratan por todos los medios de adaptarse al actual patrón de consumo de un país que pendula del horror del hambre a la más excéntrica opulencia, en donde dos adultos mayores mueren de hambre en pleno centro de Caracas, pero a la vez te encuentras chats de ventas donde te ofertan langostinos de Madagascar o los más costosos cortes de carne Angus o el japonés corte Wagyu.

En medio de todo esto, Venezuela no escapa a la especulación y esta se ha visto más recientemente exacerbada por el proceso de dolarización de facto, un proceso que llegó al mejor estilo fast and furious, sin pedir permiso y sin manual de adaptación, lo cual no ha permitido hacer una transición ordenada, ni mucho menos el desarrollo de capacidades para enfrentar este nuevo escenario. Este desconocimiento ha llevado incluso a un proceso algo díscolo en la fijación de precios en divisas por parte de muchos comerciantes.

*Lea también: Indignación y sufrimiento, por Fernando Luis Egaña

En la otra acera, la de los consumidores, pareciera surgir una nueva casta, la de los que exigen “precios justos”, una palabra que en el caso venezolano nació con una preconcepción negativa del comerciante o empresariado, ellos roban y especulan, por tanto, es necesario un “precio justo”, dicho precio está basado en argumentos donde abundan el esoterismo y los prejuicios, sin valorar todas las variables y obstáculos que supone ser empresario o comerciante en Venezuela.

Como vemos nuestra economía es un gran coliseo, donde unos y otros riñen sin condiciones, unos van blindados a esa arena, pero otros van desprovistos de protección, solo les queda correr hasta donde les alcance las fuerzas.

Es necesario recuperar las certezas, para ello es necesario hacernos las preguntas correctas. Esta economía, en las actuales condiciones, arrasará con buena parte de la población, incluso resultará inviable para quienes ya se erigen como la nueva oligarquía, es necesario avanzar en la construcción de una negociación política que permita dibujar un horizonte alcanzable, creíble, que incluya a todos los sectores del país. La polarización nos arrastrará a todos.

Luis Francisco Cabezas G. es Politólogo. Máster en Acción Política, Especialista en Programas Sociales.

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