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domingo, 29 de noviembre de 2020

El vendaval represivo de Nicolás Maduro, por Gregorio Salazar

 


Twitter: @goyosalazar


Tal vez convencidos de que los niveles de rechazo y repudio que reciben de la población han llegado a topes insuperables, el régimen madurista arremete sin disimulos ni contemplaciones contra toda forma de actuación que desnude su incapacidad, su corrupción, su ineptitud y, sobre todo, su esencia autoritaria y antidemocrática.


Como un vendaval que no cesa y sobre el mantel de cenizas en que han convertido al país desencadenan su furioso aparato represivo contra todo lo que estorbe: periodistas y medios, dirigentes sindicales, defensores de derechos humanos y organizaciones no gubernamentales, entre otros blancos predilectos, que se desvelan por atender y darle supervivencia a quienes ellos han condenado al hambre y la pobreza extrema.

Sin ética, valores ni principios orientados hacia el bien colectivo, sin instituciones que los sancionen ni organizaciones políticas con suficiente fuerza ni posibilidades organizativas y libertades para cobrarle en las urnas de votación el costo del holocausto al que llevaron a la población venezolana, la cúpula madurista se permite desmanes dictatoriales sin importarle que tenga a las puertas una medición electoral, ni las denuncias de organismos internacionales de derechos humanos ni el escrutinio de la comunidad democrática mundial.

Todo atropello, todo vejamen, toda persecución y encarcelamiento tiene un sello, especie de tabla rasa o denominador común con el que pretenden justificar ante el país y el mundo todas sus tropelías: terrorismo. Lo dicen, para mayor precisión, quienes aparecieron en el concierto nacional hace 28 años a punta de fuego y metralla.

Terrorista es el periodista Roland Carreño que, a decir de sus inquisidores, decidió cambiar el micrófono y las revistas de etiqueta por el fusil de asalto. Y va preso.

Terrorista es el sindicalista Eudis Girot porque no pudo permanecer callado ante el rosario de patrañas con las que han pretendido ocultar la generalizada y profunda destrucción de nuestra industria petrolera. Y va preso.

Terrorista es el joven Roberto Patiño que a través de las ONG Alimenta la Solidaridad y Mi Convive Caracas atiende —o atendía porque contra él ha sido la última embestida represora— a más de 25 mil niños y familias en situación de inseguridad alimentaria, madres lactantes, mujeres embarazadas y personas de tercera edad, actividades que tienen respaldo de la ONU. Y no ha ido preso todavía pero le allanan la vivienda de sus padres.

Lo acusan de que en el 2017 visitó, junto con Julio Borges, gobiernos europeos supuestamente “para solicitar sanciones y bloqueos” a la dictadura “con el argumento de la existencia de una crisis humanitaria”. ¿A quién se le ocurre, verdad? El eficiente aparato de inteligencia del régimen se ha dado cuenta tres años después. Justo cuando más necesita la gente empobrecida de esa ayuda humanitaria.

Tiene Patiño, Ingeniero de Producción egresado de la USB, una agravante imperdonable: realizó una Maestría en Políticas Públicas en la Kennedy School de EEUU que, a decir de la atolondrada cúpula que desgobierna Venezuela, “es el principal centro de formación de los líderes políticos al servicio de los grupos empresariales del mundo”. ¿Cómo no encarcelar a semejante amenaza?

Estamos a una semana escasa de unos comicios legislativos y no hay que llamarse a engaño. Ya lo asoman quienes aspiran a sacarse el clavo de la mayoría calificada, que es decir los amos del poder: lo que viene es más intolerancia, persecución y represión. Ya lo asoman sus principales candidatos, las mismas caras, por cierto, de hace más de 20 años: legislar para castigar y hasta despojar de sus bienes a las próximas víctimas.

No obstante ello, vea usted que la fogosísima ministra, diputada, exdiputada, exconstituyente, constituyente y nuevamente candidata a diputada, Iris Varela, prometió en un debate, apenas el jueves en la noche, “devolverle la majestad a la Asamblea Nacional”.

Si lo dice ella, así será. Credenciales tiene. ¿O acaso no se recuerda las patadas en las espinillas y arañazos que dejó en la cara del diputado César Pérez Vivas o las trompadas en el rostro y rotura de los lentes en plena transmisión televisiva al periodista Gustavo Azócar?

De modo que no solo majestuosidad, sino hasta pompa y circunstancia habrá a torrentes como para desbordar el hemiciclo. Cuidado y no derriba en su avalancha, como precaria flor de azalea, a la añosa Ceiba de San Francisco.

Gregorio Salazar es Periodista. Exsecretario general del SNTP.

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