El potente olor de las bombas
lacrimógenas lanzadas durante la madrugada de ayer continuaba generando
malestar al mediodía en la avenida Páez de El Paraíso. En esa zona del
oeste caraqueño se vivió una noche de horror por el asedio de civiles
armados, presuntamente progobierno, que intentaron ingresar a los
edificios con el resguardo de la Guardia Nacional Bolivariana. Estos
grupos violentos también dispararon casi toda la noche y se enfrentaron
con los jóvenes que se declararon en resistencia.
El lugar amaneció militarizado,
aunque los funcionarios estaban en todo, menos en posición de combate.
Los funcionarios lucían agotados, a tal punto que utilizaron el piso
como cama improvisada para tratar de conciliar algunas horas de sueño.
Otros que sí estaban despiertos reposaban en el hombro de algún
compañero. Leer periódicos y hablar por teléfono fueron otras de las
actividades que hicieron durante la mañana.
Los escudos y las escopetas que
utilizan para lanzar lacrimógenas y reprimir manifestaciones estaban
apilados en los camiones a la espera de volver a ser usados si los
vecinos del lugar se atrevían a protestar otra vez.
A las afueras de los edificios las
personas comentaban indignadas sobre los hechos de violencia, que
pudieron ser evitados, si la marcha hubiera continuado su camino, y la
GNB, en vez de reprimir, hubiese colaborado para que la movilización
llegara a su destino: la Defensoría del Pueblo.
“Cómo es posible que nos hubieran
atacado así. Por qué, acaso querer cambiar de gobierno es un delito. En
qué país democrático del mundo pasa eso”, se preguntaba una señora.
César Mezoa, también habitante del lugar, contestó: “Lo peor es que
después la misma GNB que nos atacó, no nos protegió cuando nos estaban
atacando los colectivos”.
Reprochó la permisividad que la GNB
tuvo con el grupo delictivo que robó la mercancía de varios comercios de
la zona, lanzaban objetos contundentes a los estacionamientos de los
edificios, y al pueblo lo reprimían por exigir respeto a sus derechos.
Mezoa expresó que la presencia de
dirigentes políticos durante la marcha, como el diputado Freddy Guevara,
Lilian Tintori y Antonieta Mendoza, esposa y madre del dirigente
opositor Leopoldo López, respectivamente, los alentó a seguir
manifestando, pero al mismo tiempo lamentó que ni eso fuera suficiente
para que los guardias accedieran a dejarlos pasar.
Ayer en la mañana, cuando parecía que
lo peor había pasado, la Guardia Nacional Bolivariana intentó ingresar a
los edificios para capturar a las personas que estuvieron protestando
en la noche.
Los trabajadores de barrido manual de
la Alcaldía de Caracas, con la cara tapada para resguardarse del fuerte
olor a lacrimógenas, limpiaban las calles. Había vidrios, ramas de
árboles, basura regada y muchos escombros dejados en la vía pública para
obstaculizar el paso. Un gran tronco, que fue incendiado durante la
marcha, aún expulsaba humo, y el agua para apagarlo tardó en llegar.
El puente 9 de Diciembre en la
avenida Washington estaba repleto de artefactos detonados durante el
enfrentamiento de civiles armados y la GNB contra manifestantes. Los
habitantes del lugar denunciaron que durante la presencia de estos
grupos violentos hubiera robos de pertenencias en complicidad con los
militares.
Pese a lo vivido el miércoles en la
noche, un numeroso grupo de personas se concentró en el mismo punto
donde el día anterior fue replegada la marcha. Lo hicieron para sumarse a
la convocatoria de la MUD, pero no pudieron. Llegaron a la avenida
O'Higgins y fueron repelidos, retrocedieron, pero volvieron al lugar
durante la tarde. Esta situación se repitió varias veces.
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