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sábado, 7 de junio de 2008

MIL VECES NEFASTO de Julio César Arreaza B.

2001
Las palabras resultan insuficientes para atinar a describir lo nefasto, mejor dicho, lo mil veces nefasto, que ha significado en el devenir de la nación venezolana la presencia del atorrante y desquiciado teniente coronel en el ejercicio de la Primera Magistratura. Todo un bochorno que golpea el gentilicio. La sociedad democrática en el transcurso del tiempo y bajo no pocas vicisitudes, ha venido afirmando como colectivo una cultura democrática y un conjunto de principios y valores respetables, que constituyen la sustancia del ser nacional; admitimos que otros gobernantes los irrespetaron con su conducta indecorosa, pero ninguno con la desmesura, grosería, impunidad y cachaza con que lo hace el militar indigno de tal título. Es una afrenta hacia el país y el honor de los venezolanos, que el actual régimen privilegie su relación con el atajo de terroristas, narcotraficantes y criminales de las FARC, por encima del gobierno constitucional que representa de manera legitima al Estado colombiano. Dicho proceder es impropio y está más acorde con un Estado forajido que con los principios y valores de una república democrática que son los que mueven al noble pueblo venezolano. Se trata de una decisión autoritaria y loca, divorciada del mandato y de las aspiraciones del colectivo nacional, que apuesta a favor de la integración con la hermana república de Colombia y al cese de la injusta guerra que la asola hace medio siglo. Rechazamos por grotesco y fuera de lugar los epítetos lanzados por Chávez a la persona del presidente Uribe, quien por cierto tiene el respaldo mayoritario de su pueblo, en contraste con el esmirriado apoyo popular en caída libre que detenta aquel. No nos complace la muerte de ningún ser humano, pero sin embargo, no logramos entender el minuto de silencio que guardó el teniente coronel por el alias “Raúl Reyes”, mientras no tuvo igual consideración e iniciativa con relación a las víctimas del accidente aéreo de Mérida, a Arturo Uslar Pietri y los cardenales Velasco y Castillo Lara. Este era el comentario que corría de boca en boca entre los modestos trabajadores y consumidores en supermercados y panaderías. También llamó la atención que al poco tiempo de haber puesto en escena, compungida y dramáticamente, el minuto de silencio por la muerte del terrorista, cerró su programa Aló Presidente bailando Rap, tipo zombi. Otra incoherencia de vida de este líder devaluado. Frente a Colombia los venezolanos hemos defendido con firmeza y auténtica valentía nuestros derechos soberanos, inalienables e históricos sobre el Golfo de Venezuela, en este sentido recordamos la determinante y oportuna intervención del presidente Lusinchi, frente a la incursión de la corbeta colombiana Caldas en nuestras áreas marinas. Así como somos celosos en la defensa de nuestra soberanía e integridad territorial, de otro lado, sentimos la necesidad de integrarnos cada día más con el pueblo vecino, con quien nos une una historia común gloriosa, la lengua, la religión, la geografía y el mismo padre de la Patria, El Libertador, Simón Bolívar. Como hemos sostenido éste no murió asesinado sino de tisis pulmonar en último grado, acelerado por el dolor moral que le produjo el empeño separatista de algunos dirigentes venezolanos y colombianos, que acabaron con su principal obra y sueño fugazmente cumplido: la conformación de la Gran Colombia, integrada por Venezuela, Nueva Granada y Quito. Contrastante y carente de grandeza con respecto a los genuinos sentimientos bolivarianos, es la actitud de los actuales mandatarios Chávez y Correa. El pueblo venezolano en su inmensa mayoría marca distancia con el autócrata y expresa su solidaridad absoluta para con el hermano pueblo colombiano en su lucha sin cuartel contra el flagelo de la guerrilla asesina de las FARC. El camino de progreso y bienestar para los ciudadanos de ambas naciones es la integración, por eso condenamos la actitud antipatriótica de atentar contra la frontera dinámica económica que se mueve por lazos naturales, condenándonos al desabastecimiento, la inflación, la inseguridad, el desempleo, la pobreza, que constituyen los enemigos reales a vencer.

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