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domingo, 6 de julio de 2008

Un ejercicio 'sentimental'


Julián Rodríguez publica Cultivos, la segunda entrega de sus textos autobiográficos que llama Piezas de resistencia

Yo fui a buscar a Gieraltowski a Varsovia. No tenía intención de encontrarme con él, pero fui a buscarlo. Con un manojo de fotografías (en sentido estricto, recortadas de diferentes álbumes y revistas) tomadas por él, buscaba aquí y allá 'sus lugares". Eso cuenta Julián Rodríguez en Unas vacaciones baratas en la miseria de los demás (Caballo de Troya). Se refiere al fotógrafo Kzrystof Gieraltowski y cuenta que muchos de sus lugares coinciden con los lugares de Witold Gombrowicz, el autor de Ferdydurke. Un poco después apunta una cita: "Los pensamientos saltan de un hombre a otro como las pulgas. Pero no a todos les remuerden". La atribuye a Lec, pero no está seguro. Habla de realismo socialista, del "periodo liberalizador" en Polonia, de la trayectoria del fotógrafo.
"Busco un lenguaje austero, muy contenido. Que la propia forma sirva de control, limite la efusividad"
"Lo que hacen los escritores cuando llegan a lo sentimental es hacer una elipsis. Dejar que el lector se busque la vida"
¿De qué está tratando exactamente? De cosas que le han pasado. Unas vacaciones... se publicó en 2004. Ahora aparece Cultivos (Mondadori). Julián Rodríguez (Ceclavín, Cáceres, 1968) dice que ambos libros forman parte de un ciclo que ha bautizado como Piezas de resistencia. "Lo que me importa en estos textos, que tienen que ver con mi propia vida, es la verdad. Hago un ejercicio sentimental: acercarme a mi familia, a mis amigos, a mis sobrinos. E intento hablar de mis cosas, del amor, de la ideología, del sexo. Luego están las novelas en sentido más estricto. Y en ellas me preocupa sobre todo la verosimilitud".
Escritos con un lenguaje muy directo, con frases y párrafos cortos, estos peculiares textos autobiográficos están llenos de sorpresas. El escritor va de un lado a otro, nos va dando noticias de las mujeres que ama, se acerca al campo extremeño para desempacar allí las emociones más complejas, trata del mundo rural con extrema sinceridad, vuelca sus reflexiones sobre el arte y la fotografía, desmenuza el proceso de construcción de una novela, y cuenta historias (de amor, de soledad, de muerte). La grieta en la que explora Julián Rodríguez en este proyecto en marcha es la que se produce cuando los campesinos "viven al fin en las grandes ciudades".
En Cultivos llama la atención una referencia a un ensayo de Kundera donde cuenta cómo Flaubert al corregir La educación sentimental para una segunda edición se dedicaba, sobre todo, a unir párrafos. Su idea era desteatralizar la novela, quitarle lo que pudiera acercarla a Balzac. Julián Rodríguez parece escribir las suyas desde una perspectiva opuesta: que cada vez haya más puntos y aparte. "Procuro que en mi escritura no haya ninguna digresión", explica. "Busco un lenguaje austero, muy contenido. Como Beckett, Natalia Ginzburg, Marguerite Duras. Que la propia forma sirva de control, limite la efusividad. Me interesa mucho más exponer los hechos que dejar libre el flujo de conciencia. A veces la presencia del escritor es tan apabullante que impone al lector el rumbo de sus pensamientos. A mí me interesa que el lector piense por sí solo. Beckett trabaja mucho con frases cortas. Condensa las ideas, obliga a pensar en lo que estás leyendo".
En el prólogo de Cultivos plantea la gran cuestión que lo ocupa: "¿Cómo expresar 'lo sentimental' de un modo no gastado?". Pero, ¿por qué lo sentimental? "Porque da miedo", contesta. "Lo que suelen hacer los escritores cuando llegan a lo sentimental es hacer una elipsis. Dejar que el lector se busque la vida. Todo viene de un terrible miedo a caer en la cursilería. Esta actitud se podría llamar 'la lección carveriana': cortar justo en el límite y ponerlo todo en manos de la imaginación del lector".
Una actitud demasiado cómoda, piensa Julián Rodríguez. "Hay algo ahí de dejación de responsabilidades por parte del escritor, de evitarse las complicaciones", comenta. "Así que me puse a buscar fórmulas para no callar cuando te acercas a la zona pantanosa de lo sentimental. Juan Antonio González Iglesias ha dicho que frente a esa poesía que ahora quiere ser ficción, es necesario subrayar que la poesía es sobre todo verdad".
Escribe en Cultivos: "La palabra arrojadiza, la palabra como arma política. En eso creo todavía". ¿A qué se refiere? "A que estos libros son como mi ONG, mi memoria sentimental, mi partido político, mi manera de ejercer de ciudadano. No creo en los extremos, me parece más bien que las cosas son grises. Y que hay cosas que renovar y otras que conservar. Luego está la idea del desclasamiento, la de alguien que está fuera del lugar al que pertenece. Decía Calvino que hay una literatura de la consolación, de tono elegiaco y que trata de lo que se ha perdido, y que hay otra de provocación, que quiere intervenir. A este último tipo pertenecen las Piezas de resistencia".
"Lo amé, lo odié, lo amé". Así resume su relación con el campo. Julián Rodríguez tenía diez años cuando llegó de un pequeño pueblo extremeño a Cáceres. "No noté que me faltaba algo hasta que llegué a la ciudad, y empecé a detestar el lugar del que procedía porque no me había dado lo que necesitaba para vivir ese presente". No conocía el lenguaje que allí se hablaba. Todo se le escapaba. Pidió a su madre que comprara una Enciclopedia. "Leí todas las entradas, de la a a la z". "Valga el juego de palabras: ya no cultivará, sino que se cultivará", así escribe en Cultivos. Una pieza más de ese ciclo donde, dice, "quiero escribir desde la verdad en bruto, la verdad de mis contradicciones".
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Mondadori. Barcelona, 2008. 158 páginas. 15,90 euros.
Julián Rodríguez. Cultivos.

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