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sábado, 30 de mayo de 2009

DEMOLICIÓN de la República de Julio César Arreaza B.

El 19 de abril de 2010 conmemoraremos 200 años de aquel glorioso día en que los venezolanos iniciamos el camino firme hacia la Independencia y establecimos el primer gobierno criollo en esta tierra de gracia. La idea de República apareció con fuerza y de allí hasta hoy ha sido el norte de nuestros desvelos instaurarla. Un punto de inflexión en este camino es el trienio de 1945-1948, que expidió la partida de nacimiento a la sociedad democrática, dándoles el voto a la mujer y a los analfabetos y fortaleciendo la moral pública y la separación de los poderes públicos.

Los venezolanos de esta hora damos testimonio que el régimen que asola al país desde hace 10 años se ha empeñado en demoler la República y sustituirla por un sistema inspirado en el régimen cubano, tan contrario a nuestros anhelos y fibras democráticos. Toda una traición a los ideales bolivarianos.

Bolívar al contrario de este régimen se empeñó en instaurar una República asentada sobre la base del comportamiento cívico de los ciudadanos. Insistía en que la autocracia es menos exigente en cuanto a las cualidades del pueblo. No necesita virtudes sobresalientes en la ciudadanía, un espíritu cívico responsable y vigilante, porque no se renueva mediante elecciones limpias.

Moral y Luces son los polos de una República. De un lado la moral, las virtudes privadas y públicas que deben concurrir en todo ciudadano de una República, para que ésta resulte viable y pueda perdurar, y del otro, las luces, la educación de la ciudadanía para elevar su nivel de conocimientos y desterrar la ignorancia propiciadora del error.

Bolívar veía acertadamente en la educación del pueblo la palanca que podía contribuir a poner en marcha el mecanismo republicano en nuestros países. Una educación orientada a cambiar las costumbres primitivas, rudimentarias y los hábitos de pereza y apatía; formar conciencia higiénica que ayude a vivir mejor; inculcar procedimientos de trabajo productivo. Fortalecer la conciencia histórica y el espíritu cívico con sentido de nacionalidad; crear anhelo de superación para dominar el medio y sacarle provecho dentro de un desarrollo sustentable. Respetar el derecho ajeno y practicar el dialogo social; despertar la inquietud cultural y fomentar el hábito de la lectura.

Bolívar propugnaba por un poder moral que velase por la educación adecuada de la juventud, por el imperio de las buenas costumbres, por la práctica de saludables virtudes privadas y públicas y que se encargase de premiar las actuaciones dignas y ejemplares y de castigar el comportamiento vicioso o prevaricador que exhibía el mal ejemplo en el seno de la comunidad. Buscaba asegurar una atmósfera de moral estimulante, para el funcionamiento más perfecto y fructuoso de las instituciones republicanas; señalar ideales para orientar la ruta, buscar la perfección de la naturaleza humana, hacer mejor al hombre y querer enrumbarlo hacia la acción creadora, noble y beneficiosa, apartándolo del vicio, del error y de la maldad.

Deseaba para Venezuela un gobierno eminentemente justo, eminentemente moral, que encadene la opresión, la anarquía y la culpa. Un gobierno que haga reinar la inocencia, la humanidad y la paz. Un gobierno que haga triunfar, bajo el imperio del Estado de Derecho la igualdad y la libertad.

La preocupación de elevar la moral pública es en Bolívar un sentimiento y una determinación constante que no desaparece en él sino con su vida. El Libertador desea ciudadanos verídicos, leales, desinteresados, valientes, patriotas, capaces de sacrificio; sabía que se necesitaban hombres leales, que no abundan. Hombres en quienes la buena fe, el patriotismo fueran virtudes espontáneas y no hijas de la necesidad o del temor.

Como podemos fácilmente concluir, Bolívar deseaba algo muy distinto de lo que se propone este régimen mentiroso, atorrante y prevaricador, que sacude los cimientos de la cultura democrática de los ciudadanos, para instaurar un brutal sistema militarista y personalista.

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