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miércoles, 7 de octubre de 2009

Editorial El Nacional


Al diablo con la cultura
Ahora, contra el teatro

P aso a paso, pero a paso de ganso, el gobierno de la revolución bolivariana
va aboliendo las expresiones culturales de los venezolanos, y lo hace con
las más inauditas excusas. Se trata de un proyecto de destrucción no sólo de
la memoria sino de la capacidad de crear y de expresarse. Los anillos de
regimentación de la sociedad se van enroscando en la garganta de la gente:
sus propósitos no son otros que ahogarla, establecer la mediocridad y la
resignación, el silencio, como en los países muertos de los totalitarismos.

El último o penúltimo zarpazo de la revolución acaba de ser decretado. Los
grupos teatrales que le proporcionaban cultura y disfrute al pueblo
venezolano acaban de ser despojados de los subsidios del Estado que les
permitían su funcionamiento.

El argumento es tan primitivo que está causando escándalo en los países
latinoamericanos donde la noticia ha sido difundida. Según el criterio
oficial, a los grupos teatrales se les culpa de "conductas públicas
perniciosas que afectan la estabilidad psicológica y emocional de los
venezolanos, haciendo uso de lenguaje ofensivo, descalificador, mintiendo y
manipulando a través de campañas mediáticas dispuestas para tales fines".

La lectura de semejante argumentación nos remite a las antiguas
persecuciones contra la cultura, contra la libertad de creación y contra los
derechos más sagrados del individuo. Es imposible escapar de los fantasmas
de épocas oscuras. Eso sucedía en la España del generalísimo Francisco
Franco. En el Chile del general Augusto Pinochet y en los países del Cono
Sur aherrojados por los déspotas de la Operación Cóndor. Estos enemigos a
muerte de la cultura y de la libertad pasaron a la historia, pero el daño a
las sociedades no pudo ocultarse.

Las agresiones bolivarianas a la cultura se vienen dando de manera
sistemática. Primero fueron los museos y la noche de los cuchillos largos
que reclamó las cabezas de sus directores.

Venezuela fue aislada. Nunca más vimos una gran exposición bajo los
auspicios del Estado. El patrimonio artístico de la nación es objeto del
maltrato y de la destrucción, cuando no del pillaje. Paralelamente ocurrió
la toma de las editoriales del Estado y su dedicación a la propaganda del
régimen, a las ediciones de panfletos rojos y de anacrónicos catecismos
marxistas.

Ninguna expresión cultural se salvará de las iras bolivarianas a menos de
que se ponga al servicio del culto a la personalidad. Ni el teatro, ni la
música, ni la pintura, ni el cine ni las letras.

El dinero de los venezolanos se usa contra los venezolanos. Los venezolanos
son despojados de sus recursos para financiar un proyecto político ajeno a
nuestra idiosincrasia, a nuestra manera de ser, a nuestros derechos a la
pluralidad. Todos tendremos que ser Oliver Stone. O desaparecer de la
escena. Despojar a la cultura de sus recursos equivale a un secuestro de
esos recursos. Ya es hora de que "los intelectuales que apoyan el proceso"
digan alguna palabra que los redima de las humillaciones del silencio.

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