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martes, 19 de enero de 2010

Editorial El Nacional


Las virtudes de la alternabilidad
Oxígeno en Chile


No fue una sorpresa, ningún analista dudó que Sebastián Piñera derrotara a Eduardo Frei Ruiz-Tagle en las elecciones presidenciales del domingo 17. En la primera vuelta, el candidato de la oposición había demostrado tal fuerza que le faltaron pocos votos para triunfar sin necesidad de ir a la segunda.
No se sabe si era lo más conveniente para Chile y para los chilenos, todo pronóstico sobre el futuro del país sería tan arriesgado como leer los astros. Chile es un país dividido políticamente, y el resultado de estas elecciones fue como las anteriores, un retrato hablado de la realidad.

Piñera es un político de largo récord. Fue candidato contra Michelle
Bachelet, y perdió. Ahora lo intentó con fortuna, ayudado por la propia
Concertación que, además de llevar veinte años en el poder, repetía un
candidato que quiso regresar. Los partidos aliados se negaron a hacer
elecciones primarias para la escogencia del candidato, y los barones que la
integran se rindieron al facilismo y cayeron en la tentación de las
decisiones cupulares.

La Concertación, por estas razones, tuvo una división sustancial, pues al
escoger a Frei por arriba, sin consultar a las bases, estimuló la
disidencia. De ahí surgió la candidatura del joven Marco Enriquez Ominami
que le restó a Frei los votos para ganar en la primera vuelta, pero el gesto
de apoyarlo en la segunda no fue tan efectivo como para mover a todos sus
seguidores,.

La Concertación tenía veinte años en el poder, había tenido cuatro
presidentes, Alwin, Frei, Lagos y Bachelet. Todos tuvieron éxito, en líneas
generales, unos más que otros, y Chile ha consolidado una economía que la
hace apta para ingresar a la organización de países desarrollados. Bachelet
sale con la popularidad más alta de un presidente que entrega, casi un
milagro. No obstante, eso no le hizo el milagro a Frei. ¿Por qué? La
cuestión parece simple, veinte años pueden ser poco para los cantantes de
tangos, o de joropos, pero para los pueblos son demasiado. En otras
palabras, a Piñera lo ayudó ese deseo de cambio, la alternabilidad en el
poder, el oxígeno de la democracia. Sin desmerecer las condiciones del
triunfador, la fuerza de la alternabilidad fue una razón fundamental para
que los chilenos escogieran a Piñera.

Los analistas hicieron fiestas con sus diagnósticos sobre el izquierdismo de
América Latina. Quizás ahora convenga más cautela. Piñera es un empresario
que ha hecho grandes capitales como inversionista. No es verosímil que haga
grandes cambios en Chile como para dar pasos atrás y negar los avances de
los gobiernos de la Concertación. Si desea innovar debe aguzar su
imaginación, porque no cabe duda de que recibirá un país económica y
políticamente avanzado. La Concertación tuvo un éxito poco común al
balancear el libre mercado con el poder del Estado. Es una de las grandes
conquistas de América Latina. Ahí está el gran desafío de Sebastián Piñera.

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