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lunes, 23 de agosto de 2010

Editorial El Nacional


La defensora del jefe

¿Defensoría de qué?

C uando en la Constitución Nacional aprobada el 15 de diciembre de 1999 se creaba la figura de la Defensoría del Pueblo, muchos creían que se estaba dando un gran paso en materia de derechos humanos, pues el país se convertía en uno de los pocos de América Latina donde existía esa figura. Con excepción de los comienzos ­cuando Dilia Parra (primera en ocupar ese cargo) intentaba crear una institución seria, rodeada de un equipo conocedor de los derechos humanos­, ese organismo no da pie con bola y se ha convertido en un exclusivo defensor del jefe del Estado y no, como lo establece la carta magna en su artículo 280, de los ciudadanos y ciudadanas.

No es un secreto que la actual defensora del pueblo es una militante del PSUV que, antes de llegar al cargo que hoy ostenta, era diputada a la Asamblea Nacional sin ningún tipo de conocimientos ni actividades vinculadas a los derechos humanos.

Para ejercer esta función no basta tener "un buen corazón": se requieren estudios y conocimientos especializados, que van unidos al compromiso honesto de trabajar por la gente.

Pero las actuaciones de la defensora no dejan de asombrar a los venezolanos: cada día se aleja de sus deberes constitucionales y se convierte en la defensora de los intereses del Presidente.

En un país donde las violaciones de los derechos humanos son parte de la cotidianidad, donde gran parte de la población vive en medio de la inseguridad, de la carencia de servicios de salud, de acceso a la justicia, a la defensora le resulta más atractivo y fashion perseguir a los medios de comunicación social.

Sería interesante ver a esta funcionaria un fin de semana en la morgue de Caracas dando consuelo a los familiares que buscan a sus muertos -muchos de ellos víctimas de la delincuencia desatada-, y comprobando in situ que la imagen que publicó este periódico es un hecho real. Sería importante para el pueblo que se pronunciara sobre la situación hospitalaria, sobre la crisis en las cárceles, sobre el discurso de odio que día a día nos invade por boca del Presidente de la República.

Venezuela está urgida de una Defensoría del Pueblo que en verdad defienda a la gente, y no una que nada más hable o actué cuando las órdenes llegan de Miraflores. El país clama por quien lo ampare ante tanta violencia, tanta injusticia y violación de los derechos humanos, no alguien que le dé la espalda al pueblo y sólo se ocupe de fotografías que aparecen en los medios sin comprobar si esta situación es real. Necesitamos una Defensoría del Pueblo que comience a ocuparse de la gente.

El que la Defensoría del Pueblo se haya convertido en un brazo ejecutor de las órdenes presidenciales no quiere decir que su creación y objetivos hayan fracasado: es simple responsabilidad de quienes tristemente le dieron un rumbo equivocado al cargo, contrariando la Constitución Nacional. ¿Será por eso que la llaman Defensoría del Puesto?

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