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miércoles, 15 de septiembre de 2010

Editorial El Nacional


La suma de las muertes

Afganistán aquí


Este último fin de semana en Afganistán la suerte estuvo del lado de las fuerzas de la coalición que combaten a los bien armados talibanes: no suman 10 las bajas entre muertos y heridos graves, de acuerdo con los reportes de prensa. Pero esa misma suerte no fue suficiente para evitar que aquí en Caracas, muy lejos de las convulsionadas tierras afganas, cayeran asesinados 25 venezolanos. A esta cifra dolorosa se le deben sumar todos los ciudadanos que, en el resto del país, fueron víctimas de crímenes violentos, con lo cual el número total de personas que perdieron la vida en Venezuela entre el viernes en la noche y la madrugada del lunes puede llegar a duplicarse.

Vale la pena detenerse en estas cifras: en diciembre del año 1998 los venezolanos eligieron a un militar para que los gobernara pensando ingenuamente que éste aplicaría "mano dura" contra el hampa, que garantizaría la seguridad de la población y que haría de los barrios unas zonas sanas y bien protegidas. Nada de eso ha ocurrido y más bien la gente no puede salir de su casa luego de las ocho de la noche por miedo a perder la vida.

La famosa "mano dura militar" no llega hoy ni a gelatina y eso lo saben en los barrios y en las urbanizaciones de clase media.

En realidad, el Presidente se olvidó de sus promesas y se concentró en cuidarse a sí mismo y a sus allegados. Es el caso típico de un recién llegado al poder que siente que debe proteger el gran e inesperado botín que le ha caído del cielo. Por ello se enfoca en una cuestión básica para poder disfrutar de ese botín como lo es su seguridad personal. Ningún interés nacional, regional o local puede estar por encima de la preservación a toda costa de la vida del mandatario.

A partir de ese enfoque, el Presidente decide que todos aquellos recursos disponibles para las cuestiones de seguridad deben ser dirigidos a crear una organización de anillos de seguridad que impida que el líder sea objeto de un atentado o magnicidio (la palabrita está muy gastada), aun cuando esta amenaza haya sido inventada por la policía cubana como un ardid de propaganda: da lo mismo.

Que el resto del país esté convertido en un verdadero campo de batalla y que cada fin de semana se sumen decenas de muertes violentas no importa porque son los sacrificios humanos que deben hacerse en el altar del poder, ya sea al estilo Pinochet con decenas de miles de desaparecidos y torturados en Chile, o del viejito Stalin, pedófilo por más señas como Mao, que organizó la muerte de más de 30 millones de opositores.

Que mueran 25 venezolanos en Caracas y otros más en el interior del país el fin de semana pasado no significa nada para el Presidente porque él está vivo. ¡Aleluya! grita el PSUV, a pesar de que mientras tanto la corrupción bolivariana y la violencia incontrolada siguen su marcha militar

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