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viernes, 27 de mayo de 2011

Editorial El Nacional

Crisis y multas
Culpas eléctricas

Ahora resulta que quienes son víctimas de una década de abandono e ineficiencia oficial en el sector eléctrico son los culpables y, como tales, serán vigilados y multados por los excesos en el consumo de electricidad.
Menuda trácala de la burocracia rojita que, a estas alturas, se le hace cuesta arriba aceptar que durante diez años o más fueron incapaces de programar e invertir sostenida y previsiblemente no sólo en la generación de electricidad, sino en el mantenimiento de las líneas de trasmisión.
A los bolivarianos se les olvida que entre sus amados y enterrados ídolos había líderes que, como Vladimir Ilich Lenin, consideraban la electricidad como uno de los pilares de la construcción del socialismo. Pues bien, habría que pedirle al ministro Alí Rodríguez que relea los lúcidos trabajos que, en la Unión Soviética, se pensaron y escribieron en su época en torno al papel fundamental de la energía en los planes quinquenales de desarrollo.
Pero resulta muy difícil pedirle peras al olmo cuando ya la edad y la fatiga hacen cojear la voluntad y la imaginación socialista.
Sin embargo, lo que no tiene perdón de Dios es que los rojo rojitos extremen su odio hacia el pasado al punto de negarse a continuar con los planes eléctricos que la democracia había adelantado en términos correctísimos y viables.
Sólo la ideología socialista del odio lleva a este gobierno a desechar lo que se estaba construyendo en función de un escenario independiente de quien ganara las elecciones. Huelga decir que cuando fue derribado el régimen militar del general Marcos Pérez Jiménez en el año 1958, las fuerzas democráticas que se hacían con el poder jamás se atrevieron a negar o archivar los planes para una generación hidroeléctrica en el río Caroní.
Contra lo que postula el Gobierno, egoísta en sus planes y en sus reconocimientos con el pasado, la democracia representativa se ocupó de activar los planes del general Pérez Jiménez en esa zona sur del país sin que mediara en ello la mezquindad tan mediocre de los bolivarianos. Privó, en los nuevos líderes en el poder, el reconocimiento de que la útil visión desarrollista de la dictadura militar podía ser reconducida y no sepultada en medio de los odios y las venganzas.
Vemos entonces como el megaproyecto de generación de energía hidroeléctrica del Sur lo retoma la democracia y lo desarrolla en términos que promueven un reconocimiento internacional sin precedentes, porque además de ser una titánica empresa para domesticar las aguas del Caroní, otorgan energía limpia en un país que es, sin lugar dudas, un generador mundial de contaminación ambiental.
No olvidemos que Venezuela es un exportador nato de combustibles que contaminan las ciudades y alteran las condiciones de vida y de salud de millones de personas. En este sentido, Pdvsa es éticamente inviable y susceptible de demandas por los grupos que exigen una energía libre de contaminación.

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