En medio del debate en relación a
cómo salir de la presente situación, y cuando se nos pregunta qué camino abordar
si se pone a un lado lo electoral, hemos reiterado nuestra tesis de que sólo la
fuerza social (FS) consciente y organizada puede sacarnos del abismo en que nos
encontramos.
Esto es algo que, en principio, no
se entiende. Y por ello la insistente pregunta: ¿qué es, cómo se
expresa y por qué darle un papel tan relevante a la FS?
Recordemos un lugar común: en lo que
se llama sociedad hay un movimiento que en teoría conforman los
denominados grupos de intereses que el marxismo relaciona con la posición que se
tiene en el aparato productivo. Surge así la noción de clases sociales, cuya
diferenciación está dada por los mayores o menores beneficios obtenidos en el
proceso productivo.
Esto ocasiona entre las clases,
una creciente lucha que se convierte en “el motor de
la historia". Es la contradicción entre burgueses y proletarios que el
Manifiesto Comunista recoge como clave para construir ‘la
nueva sociedad’.
Desde un inicio Marx y Engels
advierten que los dueños del aparato productivo tienen los medios y capacidad
para establecer pactos, acuerdos o negociaciones que les permitan constituir
uniones de defensa de los intereses de cada una de las partes de la riqueza. De
modo que en ellos hay conciencia de y para la permanencia.
Pero en el caso de la 'clase que no
tiene nada que perder más allá de su cadenas', la situación es diferente. De
allí que los creadores del marxismo lancen su pedido que se transformó en gran
consigna universal: Proletarios de todos los países ¡uníos!
Pero esto no ha ocurrido hasta el
presente. Los desheredados han sido impulsados y sometidos a las posiciones
decididas por los propietarios. De modo que su disgregación
favorece a los dueños del privilegio cada vez más
aumentados por el valor agregado de las fuerzas de trabajo.
No hay entonces la tan nombrada
lucha entre clases opuestas, debido a que, los propietarios
blindados por el capital, imponen su fuerza sobre
la individualizada población desheredada.
Esto quiere decir que no existe una
fuerza de la sociedad como un todo. Hay la fuerza propia de la suma de
propietarios que se enfrenta, comulga y pacta para mantener su acción dominante.
Nada parecido ocurre del lado del proletariado. Es una mayoría a
la cual se le aplica la ley de la explotación.
En el caso de Latinoamérica ese
control alcanza los 519 años. Con la invasión europea se inicia aquí la historia
regida por ‘los otros’. La hegemonía de la destrucción, el arrase,
el exterminio.
Y surge así el mando-poder invasor
que se hará reconocer en un mundo llamado colonial o en lo que se conoce como
independencia o repúblicas de la democracia, la dictadura o la
revolución.
Y cada uno de estos poderes tiene un
rasgo-determinación: corresponde a las minorías. De ellas es la fuerza. Las
mayorías simplemente tienen el registro de la debilidad, la pobreza. Son los
históricamente ‘de abajo’, aunque cuenten con ‘el Reino de los
Cielos’.
Hay entonces una FS clara y
directamente constituida que corresponde a la riqueza y otra
usurpada, tomada, absorbida que ha sido condenada a servir a la superioridad ¿Y
cómo romper esta relación de aplastamiento y desigualdad?
Hasta el presente la única salida
que se conoce corresponde a la violencia. Las fuerzas del trabajo condenadas a
la pobreza estarían obligadas a confrontar con el dueño del capital e imponer
una nueva realidad.
Pero en este punto se presenta el
gran problema-obstáculo: hasta el presente no existe una acción
que, por la vía de la violencia, haya podido producir un cambio sustancial en la
historia de la explotación mundial.
Hay suma de obreros, campesinos u
otros desheredados que a nivel individual son fácilmente manejados
por los dueños del capital. De modo que ‘la toma del poder por
parte del proletariado’ no se ha cumplido, aunque millones de explotados
quedaron atrapados en las tenazas de la “violencia revolucionaria”.
La FS de la mayoría organizada,
consciente, al margen de la suma de miembros, y con claros objetivos de vida y
lucha, está llamada a convertirse en una acción propia, un capital de
empeño-fuerza-producción para otra historia.
Es cuestión -nada menos- que
rebelarse contra el salario de la miseria e imponer condiciones a
los privilegios. Es llevar la fuerza hombre a la condición de FS. Esta es la
única manera no violenta de lograr cambios verdaderos.
Y en este sentido, es necesario
registrar que la totalidad de la sociedad tendría que ser manejada con la
orientación que nace de una FS, que apela a la auténtica democracia y que es
capaz de velar por la satisfacción de las necesidades de los miembros de una
sociedad, ahora no tenida como suma de individuos.
No dejamos de lado que este esbozo,
basado en la ‘Idealidad Avanzada’ de Pío Tamayo, puede ser visto como simple
utopía dispuesta para enfrentar los esquemas reformistas y
revolucionarios.
Y ante este
señalamiento, apenas se puede decir que los capitalismos y socialismos conocidos
carecen de partida de eternidad y que no la obtendrán porque está debidamente
ocupada por Dios.
Y hoy y aquí, sólo una
FS organizada y consciente puede enfrentar este intento de reedición del fracaso
llamado socialismo.¡Qué historia amigos! T: @ablancomunoz
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