"Pensar que en Venezuela la gente iba a pasar
hambre era una idea inconcebible hasta hace unos años. Pero es así. Al
otro lado de la frontera se gesta una crisis humanitaria de inmensas
proporciones, sin precedentes en el hemisferio americano y que solo
tiene trazas de empeorar", reseña el diario
El diario El Tiempo de Colombia dedicó su editorial de este domingo a la crisis que vive Venezuela.
A continuación, el texto íntegro:
Hacía
rato que en la capital colombiana un evento no daba lugar a liberar una
carga emocional de tanta magnitud como la observada el jueves pasado
durante el lanzamiento del libro Preso pero libre, del líder
opositor venezolano Leopoldo López. La presencia de la admirable Lilian
Tintori, esposa del dirigente, hoy condenado a una larga pena de cárcel,
sirvió incluso para tener en un mismo escenario a los expresidentes
Betancur, Gaviria, Pastrana y Uribe, quienes por un breve momento
dejaron atrás sus rencillas personales para expresar el ferviente deseo
de que al vecino país regresen la calma, la concordia, la prosperidad y
el respeto por las libertades y las diferencias, menoscabadas por el
remolino de la revolución bolivariana.
Ese
anhelo es compartido por millones de colombianos que ven con inquietud
cómo una situación ya difícil no hace más que empeorar. La que en épocas
pasadas fuera la nación con el segundo nivel de desarrollo más alto de
América Latina es hoy un lugar donde reina la desesperanza. Resulta
increíble constatar cómo en un territorio que cuenta con las mayores
reservas de petróleo del mundo no solo hay que hacer filas para adquirir
bienes esenciales, sino que en muchos casos la espera es infructuosa
porque los artículos nunca llegan a los anaqueles.
Pensar
que en Venezuela la gente iba a pasar hambre era una idea inconcebible
hasta hace unos años. Pero es así. Al otro lado de la frontera se gesta
una crisis humanitaria de inmensas proporciones, sin precedentes en el
hemisferio americano y que solo tiene trazas de empeorar. Aparte de la
falta de alimentos para abastecer adecuadamente a una población de 30
millones, son notorias las carencias de medicamentos y otros productos
que componen la canasta básica. Una enfermedad seria casi equivale a una
sentencia de muerte, dada la inoperancia del sistema de salud, que está
sumido en el desabastecimiento.
Mientras
eso sucede, Nicolás Maduro insiste en que todos los males de su patria
se deben a una conspiración internacional que incluye normalmente a
Washington y Miami, y en ocasiones a Madrid y Bogotá. Ante esa supuesta
amenaza, el inquilino del Palacio de Miraflores se ha dotado de
facultades adicionales que desconocen a los demás poderes públicos. Tal
parece que el sucesor de Hugo Chávez se asemeja cada vez más al
“dictadorzuelo” que pronosticó el secretario general de la OEA, Luis
Almagro, que a alguien comprometido con la democracia.
Si
así fuera, Maduro habría aceptado las reglas de juego establecidas por
la Constitución que fijan las condiciones para convocar un referendo
revocatorio. La razón de desconocer los casi 2 millones de firmas
presentadas es obvia: la impopularidad del Gobierno es tan alta que una
apabullante derrota es fácil de predecir.
Dadas
las circunstancias, es indudable que Colombia no puede actuar como un
espectador más. Además de los vínculos históricos y de hermandad que nos
unen con Venezuela, debemos ser conscientes de lo que implica un mayor
deterioro de la realidad sobre el área fronteriza. Si algo nos conviene
es que al otro lado de la línea limítrofe las cosas se arreglen más
temprano que tarde, para lo cual hay que moverse en el terreno
diplomático.
Es
correcto, como bien lo señaló un comunicado de la Cancillería el
viernes, promover las vías del diálogo entre la oposición y el Gobierno.
No obstante, cualquier contacto que se haga no puede ser una excusa
para ganar tiempo, sino para adoptar soluciones reales que comienzan por
el respeto a las normas y los derechos humanos. De lo contrario, la
comunidad internacional deberá aumentar la presión, y ello incluye
invocar la Carta Democrática Interamericana, pues la tragedia venezolana
no da más espera.
Hasta
no hace mucho, era fácil hacer chistes con la falta de papel higiénico o
de la cerveza. Hoy es evidente que lo que sucede en la patria de
Bolívar no tiene nada de gracioso y que los colombianos debemos entender
la gravedad de las circunstancias. Ojalá en esa preocupación
permanezcamos unidos.
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