Amigos anónimos no le han faltado a
Víctor Salazar, joven que sufrió quemadoras en 80% de su cuerpo el
miércoles pasado en medio de las protestas, ni a Pedro Yamine, la
víctima de un arrollamiento que ejecutó un funcionario de la Guardia
Nacional Bolivariana con la ballena cuando trataban de dispersar a los
manifestantes ese mismo día.
El cirujano plástico Garbis
Kaakedjian decidió llamar la familia de Salazar, de 28 años de edad, el
viernes. Desde que se enteró que se había quemado y era atendido en el
Hospital Domingo Luciani decidió buscar ayuda. “Hablé con dos colegas
anestesiólogos, dos cirujanos plásticos y un especialista en cirugía de
mano para ayudar a Víctor. Todos se ofrecieron a operar sin cobrar
honorarios. Hasta me llamaron de una empresa de Estados Unidos que
produce piel humana sin células para enviarla en un avión privado. Eso
costaría al paciente 50.000 dólares, pero la iban a enviar gratis.
Afortunadamente Víctor no la necesitará. Ofrecí mi ayuda para evitar que
este joven tuviera un infección, porque en los hospitales en estos
momentos solo hacen curas y hay una crisis de insumos”, explica el
especialista desde una clínica privada en Caracas.
Su padre, también llamado Víctor
Salazar, recuerda que se enteró en Tumeremo, estado Bolívar, a través de
las redes sociales lo que sucedía a su hijo. Lo vio arder en llamas y
luego acostado en una camilla completamente quemado. Asegura que
desconocía que su hijo, estudiante de Bioanálisis en la Universidad de
Oriente, se había venido a Caracas a manifestar. Ese día sus allegados
recolectaron dinero y él pudo subirse a un avión para llegar rápido.
“Solo quiero decir que la necesidad de mi hijo Víctor la ha suplido el
pueblo venezolano y la comunidad internacional, a quienes les doy las
gracias”, dice su padre.
Hoy Víctor tendrá otra operación para
hacerle injertos de piel. El cirujano plástico asegura que ninguna
articulación está afectada y el joven podrá recuperar el movimiento en
las extremidades.
En otra clínica de Caracas se
encuentra Pedro Yamine, de 22 años de edad. El sábado despertó del coma
inducido. “Hoy lo primero que me dijo es que estaba feliz de poder
comerse una arepa venezolana”, dice su madre complacida desde la sala de
espera. Yamine tardará al menos dos años en recuperarse porque tiene
fractura de 7 costillas, un brazo y los omoplatos.
“Para acá vino el Ministerio Público y
nos dijeron que iban a investigar. Yo no sé quién atropelló a mi hijo y
no me importa porque creo en la justicia divina. Mi hijo ama a
Venezuela, es fotógrafo independiente y quiere mostrar sus paisajes
internacionalmente. En sus redes sociales están todas las veces que ha
salido a llevar comida y ropa a quienes viven en la calle. Cuando tenía
16 años una vez lo busqué en San Bernardino a las 11:00 pm y lo encontré
sin zapatos, pensé que lo habían asaltado, pero no. Se los dio a una
persona que estaba descalza en la calle. Por eso Dios lo recompensó y no
nos ha faltado ayuda con medicinas ni en atención. La clínica está
costeando su recuperación”, cuenta su madre María Auxiliadora Yamine.
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