Cuando Nicolás Maduro llegó a la
Presidencia recibió unos indicadores económicos –heredados del fallecido
presidente Hugo Chávez– que debían subir, pero estaban cayendo y otros
que debían bajar y, por el contrario, se elevaban. Así que su primera
estrategia bélica fue con los números: adelantó que se trataba de una
“guerra económica” en contra de la estabilidad del país, que era
liderada por Estados Unidos y la oposición.
Su primera acción fue crear el Órgano
Superior de la Economía en septiembre de 2013, cinco meses después de
su toma de posesión como primer mandatario. Esta instancia de
coordinación estatal tenía como objetivo garantizar el abastecimiento, y
a la vez, inspeccionar y controlar el funcionamiento de la economía.
Declaró que asumiría la “batalla económica contra la guerra fascista”.
En noviembre lanzó un conjunto de medidas que iban desde la inspección
fiscal a almacenes, la protección del precio justo, la creación del
Centro Nacional de Comercio Exterior y del registro para importar.
Un año después las medidas no habían
sido suficientes, por lo que firmó 28 leyes vía habilitante: Ley de
Regionalización Integral para el Desarrollo Socioproductivo de la
Patria, Reforma de Ley de Inversiones Extranjeras, Ley Antimonopolio,
Reforma de Ley de Precios Justos, Reforma de la Gran Misión
AgroVenezuela, Ley para el Sistema Nacional Agroalimentario, entre
otras.
“Todo lo que hemos hecho en 2014 y
parte de 2013 para resistir la arremetida de la guerra económica de la
burguesía, servirá de punto de partida de una nueva etapa en 2015 (...)
Debemos arrancar una ofensiva definitiva de resolución de problemas
fundamentales y de retardos en los procesos económicos”, dijo.
Prometió que ese año se dedicaría las
“24 horas del día a la recuperación económica, a ganar la guerra”. Eso
comprendía hacer recorridos en las fábricas y campos. Para él, 2015
sería “el año del despegue económico”, por lo que continuó con los
controles de precios y las expropiaciones de supermercados y empresas.
Pero llegó enero de 2016 y parecía
que su ofensiva no era suficiente. Así que se preparó para gobernar con
un decreto de emergencia económica –prorrogado nueve veces– y con la
creación de nueve motores.
Hoy –cuatro años después– no solo
Maduro resultó derrotado por la realidad de las cifras que no logró
ajustar, los venezolanos intentan sobrevivir a los números cada vez más
rojo-rojitos que va dejando el gobierno.
Economistas desechan la teoría de la
llamada “guerra económica” y definen como catastrófica la situación.
“Venezuela ha experimentado a lo largo de esos períodos una caída del
PIB de aproximadamente 40%. El ingreso per cápita de los ciudadanos ha
caído 50%, pese a los sostenidos aumentos salariales. La inflación ha
corrido más rápido. Lo que han hecho en este tiempo es golpear la
industria y aumentar los costos de producción”, opina el economista
Héctor Silva Michelena.
Su colega, Ronald Balza, señala que a
pesar del complejo panorama, el modelo continúa siendo el mismo: “Sus
características básicas son controles de precios y de cambio,
expropiaciones o amenazas. Y la pretensión de tener una planificación
central con ajuste en las leyes para hacerlo viable. Eso se hizo incluso
con los decretos de emergencia económica del año pasado. Si este modelo
en tiempos de abundancia nos debilitó, ahora en el de escasez es
completamente destructivo”.
Para el economista Orlando Ochoa no
es posible una guerra económica sin tener un autor visible: “De manera
que bajo cualquier elemento racional, ellos son los causantes del
proceso de depreciación de la moneda y el proceso de inflación e
hiperinflación en el que ya hemos entrado”.
Rompe-récords
En lo que va de año la Comisión de
Finanzas de la Asamblea Nacional ha reportado una inflación acumulada de
249%, cercana a la registrada por el Fondo Monetario Internacional en
2016 de 274%. La última publicación oficial de estos índices la hizo el
Banco Central de Venezuela en febrero de 2016, cuando después de 13
meses sin ser publicadas, reportó que diciembre de 2015 había cerrado
con un índice de inflación de 180,9%, superando los dos dígitos que
obtuvo en 2014: 63,6%.
Estos números rompen récord en
relación con los que tuvieron los gobiernos de Carlos Andrés Pérez en
1989 y Rafael Caldera en 1996, cuando se registraron 81% y 103%,
respectivamente.
“Pero incluso, la sumatoria
inflacionaria (21,35%) que marcaron los índices de 6 países de la región
en 2016 –Bolivia, Paraguay, Perú, Ecuador, Chile y Brasil– fue menor al
promedio intermensual de la que tiene Venezuela (23,5%)”, manifiesta
Jesús Casique, director de Capital Market Finance, según cifras
proyectadas por el FMI.
La pobreza también es otro indicador
que ha roto esquemas durante el gobierno de Maduro, pero no
necesariamente para bien. Con la encuesta sobre Condiciones de Vida de
2016 (realizada por la Universidad Católica Andrés Bello, Universidad
Simón Bolívar, Universidad Central de Venezuela, el Laboratorio de
Ciencias Sociales y el Cendes) se conoció que 81,8% de hogares
venezolanos están en pobreza, 8,8% más que en 2015 y casi se duplicó en
relación con 2014 cuando la cantidad de familias que estaban en
situación de pobreza llegaba a 48%.
Las mismas cifras oficiales del
Instituto Nacional de Estadísticas para 2013 –año en el que Maduro
asumió el poder– reflejaban 29,5% de pobreza, lo que quiere decir que en
3 años, su gestión triplicó la cantidad de venezolanos que cayeron en
situación de pobreza.
Para la economista y analista de
entorno y gestión pública, Anabella Abadi, “este panorama ha generado
importantes tensiones políticas y una evidente crisis de
gobernabilidad”. Precisamente, Balza rescata que las protestas que
comenzaron en abril no dejaron de relacionarse con la economía, pese a
que en ocasiones se subestimó el problema al decir que el objetivo era
cambiar al presidente de la República y detener la constituyente.
“Para todas las personas que durante
este tiempo buscaron medicamentos, alimentos, que pensaron si podían o
no mantener a sus hijos en el colegio, o los que tuvieron que mendigar
en los supermercados o comer de la basura, para ellos no hubo una pausa
en la crisis económica”, explica Balza. Y destaca que no necesariamente
las crisis económicas implican cambios de gobierno: “Pueden indicar una
mayor represión o protestas que aparecen localmente. El problema de esto
es que mientras más se agrava la crisis, más se debilita la población. Y
también se pierde la fuerza. Una población mal alimentada, enferma, es
más difícil que proteste”.
Sin reservas ni ingresos
En medio de este escenario otros
indicadores también alcanzaron récords, pero negativo; por ejemplo, las
reservas internacionales, el ingreso de divisas por exportaciones de
petróleo y la pérdida de competitividad en la economía internacional, en
la cual las relaciones comerciales desplazan más y más a Venezuela.
“Yo diría, usando la frase de Jorge
Giordani de hace unos 17 años, que ‘la causa del desastre económico es
endógena al modelo de intervencionismo socialista’ que degeneró en una
gigantesca corrupción que ahora no quieren detener”, agrega Ochoa.
En 2014 empezó la recesión económica
del país. El BCV alertaba una contracción del PIB de 2,3% en el tercer
trimestre de ese año. Según las proyecciones del FMI el año 2017 podría
marcar -12%.
La afectación alcanzó a las reservas
internacionales del país –las que garantizan los pagos de los bienes que
se importan, el servicio de la deuda y la estabilización de la moneda–,
y que son producto de las exportaciones que realiza Pdvsa. La caída de
la producción y exportación de crudo, las llevó a la baja. En dos años,
de 2014 a 2016, los ingresos de Pdvsa se han contraído 60,6%, según el
informe publicado la semana pasada por la estatal petrolera. El
documento reveló que el año pasado recibió 48.002 millones de dólares
por ingresos financieros y ventas de crudo, 33,5% menos que en 2015,
cuando percibió 72.169 millones de dólares.
“Las razones son la caída del precio
del petróleo, la disminución en volumen de exportación y producción. El
crudo que estamos exportando es cada vez más pesado y los productos
menos refinados, es decir, hay un cambio en la composición de la
exportación. Porque la gestión de Pdvsa ha sido muy mala y está afectada
por el régimen cambiario”, señala Ochoa.
De acuerdo con el último informe de
la Organización de Países Exportadores de Petróleo, la producción de
crudo venezolano cayó en julio 39.000 barriles por día y se ubicó en 2,1
millones de barriles para lo que va de año, esto significa que la
contracción ha sido de 153.000 barriles diarios. En diciembre de 2016 el
bombeo era 2,2 millones de barriles, cuando en 2013, según dijo el
entonces ministro de petróleo, Rafael Ramírez, se promediaba 3,1
millones de barriles por día.
A Abadi le preocupa no solo que el
precio del crudo –en aproximadamente 46 dólares– no se ha recuperado a
los niveles del boom petrolero, sino también que la producción ha venido
cayendo de manera progresiva: “Esta se traduce en una importante caída
de los ingresos petroleros, lo que afecta a todos los sectores de la
economía. De acuerdo con estadísticas del BCV, cerca de 60% de las
importaciones totales del país se destinan a la compra de materias
primas e insumos en el exterior para la producción de bienes finales, lo
que se traduce en una fuerte relación entre el comportamiento del PIB y
las importaciones”.
Estas pérdidas inciden en las
finanzas y por lo tanto en las reservas. “Venezuela es una economía
vulnerable porque 96% del total de las exportaciones es por la vía del
petróleo y 64% de las reservas internacionales están en oro. Es decir,
cualquier volatilidad importante en los mercados, como la caída del
precio del crudo, afecta y hay un resquebrajamiento en las finanzas
públicas del país. Para 2016 las reservas cerraron en 10.992 millones de
dólares. En lo que va de agosto ya están por debajo de los 10.000
millones de dólares”, explica Casique.
Al mes de mayo, el BCV contabilizó
10.594 millones de dólares en reservas internacionales. Esta cifra es
similar al mismo mes, pero de hace 21 años, ya que en 1996 las reservas
fueron 10.122 millones de dólares, año en que la inflación se ubicó en
81%.
“El hecho de que hayan caído las
reservas internacionales –son nuestros activos externos más visibles–
hace que seamos un país con debilidades cambiarias importantes, para el
pago de la deuda externa y aumento el riesgo país. Y que estén en oro,
hace muy vulnerable a caídas de su precio. Es una situación de un manejo
terrible de los activos externos venezolanos”, señala Balza.
Cuando Maduro tomó el poder en abril
de 2013, recibió unas reservas en 26.154 millones de dólares y cerraron
en 21.478 millones al terminar el año. Estas han llegado a alcanzar un
pico de 42.299 millones de dólares durante 2008 con el boom petrolero.
“El gobierno las retiraba para el Fonden –Fondo Nacional para el
Desarrollo Nacional– porque supuestamente se iba a dedicar a la
producción, a la inversión productiva para el desarrollo económico, pero
las desaparecieron. El boom petrolero debió permitir tener un fondo de
estabilización macroeconómica que se contabilizaba como parte de las
reservas”, sostiene Balza. Las más bajas se registraron durante 2002:
entre los meses de febrero y marzo llegaron a 9.442 millones y 9.823
millones de dólares, respectivamente.
Importaciones al suelo
Venezuela, pese a que inició su
aislamiento económico desde 2006 cuando salió de la Comunidad Andina de
Naciones y del Grupo de los Tres, mantuvo relaciones económicas con
Argentina, Brasil, Colombia y México, y se ubicó incluso entre los
primeros 10 socios comerciales de esos países en 2013. Pero en lo
sucesivo fue perdiendo su puesto privilegiado. Ahora se mantiene
condicionada por las sanciones económicas impuestas por Estados Unidos a
altos funcionarios del gobierno venezolano y por la presión que realiza
la región para que Maduro retome el camino democrático.
Según datos de la Asociación
Latinoamericana de Integración (Aladi), Venezuela fue en 2013 el sexto
destino más importante para las exportaciones de Argentina. Al 2016
descendió al puesto 26. Con Brasil ocurrió algo similar en ese período.
Del séptimo lugar bajó al 38. Mientras que con Colombia del séptimo pasó
al 26. Con respecto a México, descendió al puesto 28.
Lo que Venezuela importaba de estos
países era principalmente alimentos terminados y otros insumos como
carne bovina, maíz blanco, azúcar, abonos minerales o químicos para la
agricultura, pañales, papel y artículos de higiene personal, lácteos y
fórmulas para bebés. Las exportaciones de Venezuela en la región siempre
se han mantenido por debajo de los primeros 20 lugares. Hacia Argentina
y México, según la Aladi, Venezuela no exportó nada desde 2013.
“El intercambio comercial ha sido
adverso con los países que integran la Aladi. Lo ha sido porque tenemos
un control de cambio totalmente arcaico, primitivo, que entró en
vigencia en 2003. Además de cuatro tipos de cambio (Dipro, Dicom,
paralelo y el de la frontera). Con esto es imposible. El sistema de
precios está destruido y la economía distorsionada”, explica Casique.
Mientras que Balza destaca que la caída de importaciones “es uno de esos
indicadores de problemas de hambre que hay en el país”. “Que podamos
importar menos y no produzcamos más, lo que nos podría indicar es que o
estábamos importando en exceso al principio o que ahora estamos con una
situación de terrible necesidad”, asegura.
Para la politólogo y experta en
economía internacional, Catherine de Oliveira Palacios, esta situación
perjudica la integración económica: “Sobre todo en el caso del comercio
con las dos principales economías del Mercado Común del Sur –Argentina y
Brasil, donde el arancel cero abarata el envío de mercancías
intrabloque–. Esto explica la suspensión de Venezuela del Mercosur en
diciembre de 2016, por no cumplir con las exigencias comerciales
inherentes al bloque, de este modo desaprovecha la ventaja del flete más
económico para el envío de productos”. Agrega que el comercio de
Venezuela con sus socios –Argentina, Brasil, Colombia y México– se
limita porque el aparato productivo nacional no tiene prácticamente nada
que ofrecer para exportar.
Según Casique los gobiernos o
mercados a la hora de negociar, revisan las cifras de inflación, control
de precios y cambio, derecho a la propiedad privada y los
procedimientos para crear una empresa. En Venezuela se requieren 20
mecanismos y 230 días para crear una unidad de negocio, según el informe
Doing Business 2017.
“Lamentablemente, no se han creado
las condiciones para atraer nuevos capitales: Venezuela sigue siendo
reconocida como una economía poco competitiva y poco atractiva para
hacer negocios, por lo que potenciales inversionistas prefieren llevar
sus recursos a otras economías de la región”, agrega Abadi.
Para De Oliveira Palacios mientras no
se rompa con la dependencia de los ingresos del petróleo, la economía
no tendrá estabilidad: “Las materias primas (como el petróleo) son muy
vulnerables a los vaivenes de los precios internacionales y son vendidas
a un precio más bajo en el mercado internacional que los productos
manufacturados; lo que conlleva a un deterioro en los términos de
intercambio”. Lo que sugiere es que al haber un mayor volumen exportable
de materias primas, aumenta la competencia entre los países en vías de
desarrollo. “Empiezan a bajar los precios de sus commodities para poder
competir y encontrar una demanda en el mercado internacional, sobre todo
en momentos en los que la economía mundial entra en crisis y disminuye
la demanda. Para que haya un crecimiento económico sostenido es
imprescindible la diversificación productiva industrial”, opina la
politólogo.
Para que las políticas de promoción
de exportaciones no tradicionales tengan éxito, como sostiene De
Oliveira Palacios, antes se debe promover la producción nacional y el
fomento de las pequeñas y medianas empresas como parte de una política
de Estado.
“La falla en materia económica de
Maduro se remonta al gobierno de Hugo Chávez. En Venezuela se
nacionalizaron muchas empresas entre 2007-2009, consideradas como
sectores ‘estratégicos’, y fueron bajando su eficiencia. Por lo que la
situación económica actual se debe a esas expropiaciones que
significaron el desmantelamiento de la industria”, concluye.
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