Hugo Chávez gobernó Venezuela más
de 14 años. Lo hacía prácticamente solo. Su figura era todopoderosa. Fue
tan omnipotente que no fue capaz —o no quiso serlo— de ordenar su
herencia política, pero antes de morir intentó prevenir el desguace de
su imperio. La historia que circula cuenta que, en su lecho de muerte,
cuatro figuras “rojitas” juraron no implosionar el legado. Nicolás
Maduro tomó la posta y debió abrirse camino entre quienes se creían “más
hijos de Chávez” que él. Hoy, esa guerra interna estalló.
Por Fernanda Kobelinsky / Infobae
En un país en crisis —la inflación podría superar el 2.000% este año, la gente no tiene qué comer y hay ya una generación de venezolanos malnutridos— se profundizan las pugnas porque queda menos para repartir.
Por estos días, el símbolo de esa guerra interna es “el zar del petróleo”, Rafael Ramírez.El otrora hombre fuerte de Chávez, ex ministro de Petróleo, presidente de PDVSA y embajador ante la ONU, se ha convertido en la figura “más chavista” en convertirse en enemigo del régimen.
Él y otros 65 desplazados ex funcionarios de la petrolera estatal, la
compañía corroída por la corrupción que se ha transformado en la única
fuente de ingresos del país. Es que PDVSA genera con sus exportaciones
el 95% de los dólares que ingresan el Estado. De allí sale todo: el
dinero para importar comida —el país caribeño compra en el exterior más
del 70% de lo que consume—, la financiación de los planes sociales —las
misiones—, el dinero para la maquinaria propagandística del régimen y
también la tajada para los codiciosos funcionarios… Por eso los opositores no hablan simplemente de puja de poder, hablan de “guerra de mafias”.
Desde el Palacio de Miraflores
no admiten la interna. Aseguran que se trata de una “cruzada contra la
corrupción”. De hecho, Maduro aprovecha cualquier aparición pública para
lanzar su advertencia a “los bolichicos“, como llaman en
Venezuela a quienes se han enriquecido con la renta petrolera durante el
chavismo. En la misma línea se expresó el militar de la Guardia
Nacional designado hace una semana como presidente de la compañía y
ministro de Petróleo, Manuel Quevedo: “Limpieza, limpieza en PDVSA. Los
cargos (gerenciales) de Petróleos de Venezuela, casi 100, pasan a
revisión. Todos van a ser puestos bajo la revisión de nuestro comandante
en jefe Nicolás Maduro”.
La amenaza llega después de que
Eulogio del Pino y Nelson Martínez, altos jerarcas chavistas que se
alternaron en el ministerio de Petróleo y la presidencia de PDVSA,
fueran destituidos y detenidos en un megaoperativo televisado por el
régimen.
Pero lo cierto es que con esta
especie de “purificación de la revolución”, Maduro saca del camino hacia
las presidenciales de 2018 a los enemigos que cuestionan su liderazgo. En
la campaña dirá que él enfrentó la corrupción, aun cuando durante 18
años no haya hecho nada para frenarla. Adjudicará a “los corruptos” la
responsabilidad del quiebre del país y, como dice un colega que pidió
expresamente no ser citado —para que no le quiten el pasaporte en el
aeropuerto de Maiquetía—, “se presentará sanito como candidato en 2018”.
Con la purga, Maduro también refuerza el poder militar dentro del Gobierno para garantizarse su respaldo.
Los militares en Venezuela no están solo en los cuarteles, manejan la
economía (y para la oposición y gran parte de la comunidad
internacional, también el narcotráfico).
En esta guerra por el poder, “cualquier mirada dudosa, aquel gesto no complaciente o aquella sonrisa forzada, coloca bajo sospecha al funcionario. Entre más cerca esté de la silla presidencial, más vulnerable se vuelve, más cuidado debe tener”, asegura la analista Sebastiana Barráez. Para ella, no cambiaron los tiempos en el poder: “Maduro
llegó a la presidencia, sustentado en la bendición de Chávez, entre la
envidia y la molestia de quienes se consideraban con más méritos. Nicolás fue lidiando con habilidad, desarticulando enredos, eliminando adversarios, hasta que le tocó a Ramírez”.
Para el economista Luis Olivares, “aquí
no hay una lucha contra la corrupción, esto es una interna. Le están
cobrando a Ramírez sus críticas sobre el rumbo económico”. El
especialista recalcó que la nueva conducción de PDVSA “no sabe nada de petróleo” “Los militares siempre quisieron entrar en PDVSA y ahora van a manejar mucha plata y mucho poder, eso no es una buena noticia.
Además, hay serias dudas del compromiso de pago de deuda que pueda
tener Quevedo, lo que va a impactar negativamente en la industria
petrolera venezolana. Al menos Eulogio del Pino y Nelson Martínez sabían
lo peligroso que era no pagar…”, dice casi resignado ante la consulta
de Infobae.
El diputado de Vente Venezuela por
el estado de Anzoátegui, Omar González, asegura que “a Maduro se le
salió de control la rivalidad entre las diferentes corrientes que hacen
vida en el interior del régimen. Antes se hablaba de los sectores
civilistas y militaristas en el seno del régimen, pero esto sería
otorgarles una connotación ideológica, pero la verdad es que el país
está observando una sencilla pelea entre bandas”.
“Esto es un conflicto mayor
por el control del poder para seguir saqueando los recursos que le
quedan al país. Una guerra de mafias que está alterando de manera
radical el equilibrio de poder dentro del régimen, las Fuerzas
Armadas y el PSUV. Una guerra de mafias que amenaza con terminar de
destruir a Venezuela”, denunció el dirigente opositor.
El régimen se enfrenta a un
2018 decisivo. En un clima de pobreza, inseguridad, hartazgo y
desesperanza, habrá elecciones presidenciales. Así, en el abanico
chavista hoy hay cuatro grandes centros de poder. Además de Maduro, que ya se lanzó para la reelección, está el sector de Diosdado Cabello. El poderoso vicepresidente del PSUV, compañero de armas de Chávez y señalado por la DEA como capo narco del país, también quiere ser candidato el año que viene.
Con menos carisma, el vicepresidente de Maduro, Tareck el Aissami también tiene ambiciones —y
denuncias de vínculos con el terrorismo internacional—. Y por último,
cada vez con más poder está lo que uno de los fundadores del Movimiento
al Socialismo Carlos Tablante llama la “casta militar”. Según
describe, “Maduro necesita permanentemente de la élite militar que,
sumada al Tribunal Supremo de Justicia, que funciona como su bufete
personal, y también a la ilegítima Asamblea Nacional Constituyente,
utilizada para violar la Constitución sistemáticamente y de manera
grotesca, son los únicos soportes que le quedan, en medio del
contundente rechazo del pueblo”.
Maduro no está limpiando de corruptos su gobierno. Maduro está en campaña y pelea por su supervivencia.
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