Foto: Cortesía
Redacción 2001
Ese resumen del tan diversificado organigrama clerical que el pueblo
hace llamando “curas” a todo lo que porte sotana, es, a través de la
historia venezolana, un signo de una vieja e intensa relación.
Revisar esa evolución explica la activa participación de la
institución cristiana, sus autoridades y la iglesia como feligresía, en
las cosas del país.
No siempre se le aprecia como una constante positiva, orientadora. A
lo largo de esa relación el clero ha cargado la cruz de las críticas.
En el mismo saco entran por ejemplo, el “no” del padre Madariaga a Vicente Emparan ante el pueblo bajo el balcón de la Capitanía General;
y el considerar un “castigo divino” el terremoto de 1812, por darse el
paso independentista, negando la autoridad del rey de España.
“De esa cabuya yo tengo un rollo”, pudo haber dicho el presidente Antonio Guzmán Blanco que se enfrentó al poder eclesiástico “por entrometido”,
suprimiendo los seminarios, claustros , templos y estableciendo el
registro civil por encima del parroquial, dejando sin efecto bautizos,
matrimonios; entre otras atribuciones del clero.
“El Ilustre Americano” llegó incluso a amenazar al Papa Pío IX con crear una “Iglesia Nacional” con él al mando.
Cartas pastorales. Esas cartas abiertas que se
insertan en momentos claves del devenir nacional son una de las tantas
expresiones de las altas esferas que ponen puntos sobre la ies y llaman a
tener una actitud menos contemplativa.
No es extraño entonces que aquel documento que en su oportunidad
(1957) con la firma de Monseñor Rafael Arias se considera como una
chispa que encendería poco después al país para llegar al 23 de enero de
1958.
Pruebas de fuerza. Los más recientes sondeos de
opinión sobre la evaluación pública de las instituciones, coloca a la
iglesia católica como una de las más reconocidas. Por encima de
militancias religiosas, muchos reconocen el papel social de muchas
congregaciones y toman partido por ellas, ante la violencia ejercida
contra la institución y sus representantes.
Está aun presente las acciones inéditas a las puertas de la icónica
iglesia de Santa Teresa cuando hubo intentos de sabotear el servicio de
Semana Santa.
Fiestas para todo gusto. Pero por encima de esos
momentos tensos, la Iglesia Católica tiene mucho que celebrar. Nuestro
calendario está lleno de fechas consagradas a santos y santas, cuyos
nombres han terminado designando a buena parte de la geografía nacional.
El 11 de septiembre el país recuerda la aparición de la Virgen de
Coromoto; el 18 de noviembre toca oportunidad a la Virgen de la
Chiquinquirá; el ocho de septiembre es el día dedicado a la Vírgen del
Valle; el 14 de enero: se celebra el Día de la Divina Pastora en el
estado Lara y la lista continúa con festejos propios y compartidos con
el sincretismo afrocaribeño.
Hay otras celebraciones eclesiásticas menos mundanas para recordar
con gratitud, como la beatificación de la Madre María de San José,
primera beata de Venezuela. (1995); la de la Madre Candelaria de San
José, la elevación a los altares de María Carmen Rendiles y la siempre
pendiente ayuda celestial para con el venerado José Gregorio Hernández.
Están también otras fechas significativas que reconocen el trabajo de
sus autoridades en especial su designación al cuerpo cardenalicio:
Monseñor José Humberto Quintero, José Alí Lebrún Moratinos, Rosalio José
Castillo Lara, Baltazar Porras, Jorge Urosa Savino y Antonio Ignacio
Velasco García |
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