Cada
viernes, la rutina de Mauricio Blanco (30 años) comienza de la misma
forma: en el mercado de los Altos Mirandinos, localidad del estado
Miranda, a 24 kilómetros de Caracas. Allí compra las verduras y
vegetales que le quedan al final de la semana a los vendedores y que
rematan a un precio que él puede pagar.
—Mi
presupuesto no alcanza para comprar un kilo de pimentones. Compro dos
pimentones, los congelo y los pico y saco un pedacito y lo voy usando.
Gasté 660 bolívares (equivalente a 2,2 dólares). En otro lado hubiese
gastado muchísimo más. No puedo ir a un automercado grande donde el kilo
de tomate cuesta BsS 1000 ($3,3 dólares), el kilo de pimentón cuesta
BsS 3000 (USD $10), el de plátano BsS 200 (USD 0,66). Llevo cuatro
plátanos, que es un kilo. Lo demás lo llevo graneado de manera tal que
me alcanzan para la semana. No puedo comprar de a kilo porque si llevo
de a kilo la cuenta serían BsS 4000 (USD 16.6 dólares).
Solo en las dos bolsas que lleva Mauricio gastó un tercio del salario mínimo mensual de su trabajo formal.
La
mamá de Mauricio falleció hace cuatro años de un infarto. Desde
entonces se hace cargo de su hermana que tiene 16 años. Trabaja en el
área administrativa en una empresa de insumos médicos, en donde gana el salario mínimo, como el 80% de los venezolanos, equivalente a USD 8,25 mensuales, según la tasa del mercado negro que fluctúa a diario. Estudia derecho en la universidad.
Mi presupuesto no alcanza para comprar un kilo de pimentones. Compro dos pimentones, los congelo, los pico, saco un pedacito y lo voy usando
Por
su cuadro familiar tiene que hacer aún más para economizar lo que
invierte en comida. A pesar de que el agua de las tuberías no tiene la
pureza necesaria para el consumo humano, no compra agua potable. Va semanalmente a una toma de agua que viene de un pozo profundo para llevar en bidones la que consume en su hogar.
Para cubrir la canasta básica de alimentos son necesarios 28 salarios mínimos.
Para sobrevivir, Mauricio recurre a tres rebusques. Con el auto que le quedó de su madre hace transporte escolar, traslados y reparte provisiones a una cadena de comida rápida. Trabaja en total 16 horas diarias con los que llega a recaudar hasta $50 dólares mensuales.
Pero este viernes además tuvo que ir a comprar ácido de batería en una tienda de venta de repuestos y, en un taller de aires acondicionados, agua destilada para poder alargar la vida de la batería del vehículo que le sirve para sus rebusques.
Pero este viernes además tuvo que ir a comprar ácido de batería en una tienda de venta de repuestos y, en un taller de aires acondicionados, agua destilada para poder alargar la vida de la batería del vehículo que le sirve para sus rebusques.
—El
rebusque es hacer transporte. Entonces, tengo que comprar donde venden
chivas de cauchos para poder sobrevivir, poder salir a la calle con los
cauchos y poder rebuscarme. Porque ahorita uno no puede estar aquí en
Venezuela sin trabajar un día, es difícil porque el dinero no alcanza
para absolutamente nada.
Al igual que millones de venezolanos, convive a diario con la frustración.
—Hago
cosas en mi casa y ahí paso el día. No puedo hacer más nada. Los
ingresos que yo tengo son para comer y para poder pagarle el colegio a
mi hermana.
La
faena para comprar víveres y abastecer su casa del viernes en la mañana
tiene un paréntesis, porque a media mañana Mauricio va a la
universidad. Luego hace el transporte escolar de los 10 niños que
estudian en el mismo colegio de su hermana. Y al llegar a su casa
atiende a su hermana para, de nuevo, en la noche, volver a la
universidad.
Con menos dinero aún
La
realidad de Mauricio es la de una persona que ha tenido posibilidad de
estudiar. Pero la de Jairo Ariza (50), encargado de limpieza de un
edificio de la golpeada clase media en la zona oeste de Caracas, es
menos alentadora. Al igual que Mauricio, gana el salario mínimo y no es
mucho lo que puede comprar con eso.
—Uno
cobra hoy, y ya a los dos días prácticamente se queda sin plata. Tú vas
hoy y compramos una cosa y ya mañana no podemos comprar otra cosa y ya
no nos estamos alimentando bien. La carne, no la vemos, eso es mentira.
Para comprar un pollo tienes que tener casi mil soberanos. Para comprar
un cartón de huevos también tienes que tener plata.
Uno cobra hoy, y ya a los dos días prácticamente se queda sin plata
Un
cartón de huevos que tiene 30 unidades cuesta el equivalente a USD
3,5, es decir 42 % del salario mínimo. Un kilo de café, el equivalente a
USD 4,19, la mitad del salario mínimo. Un kilo de carne, el
equivalente a USD 3,95 , 48% del salario mínimo.
Pero a diferencia de Mauricio, Jairo tiene menos posibilidades de incrementar sus ingresos mensuales con otros rebusques.
—El
sueldo no me alcanza. Tengo que buscar otro medio de rebusque, que si
pintar, que si lavar un carro, barrer un estacionamiento, cualquiera que
me llame a limpiar un piso. Defenderse en otra cosa para poderse
mantener.
Por la cabeza de Jairo no pasa ya la idea de comprar ningún tipo de ropa. Por lo que espera la caridad de los vecinos del edificio, quienes, cuando pueden, le regalan alguna pieza usada.
—A
veces hay personas aquí en el edificio que me ayudan, pues si cualquier
persona tiene una camisa, una franela, me la regala. Tengo años que no
sé lo que es comprar un par de zapatos. Si compras zapatos no comes, eso
es lo difícil.
Mientras
camina hacia los puestos de venta de comida que se instalan a una
cuadra del edificio donde trabaja, saca la cuenta que refleja su
realidad.
—Si
compras carne, no compras queso. Si compras queso, no compras huevo. Si
compras huevo, no puedes comprar el pollo y así sucesivamente, pues.
Tenemos que adaptarnos a la vida que estamos viviendo ahorita. Ahorita,
si compramos arroz, tenemos que estirarlo.
El 87% de los venezolanos vive en situación de pobreza.
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