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miércoles, 23 de diciembre de 2020

AGRO EN ROJO | Caída de 84% en producción de maíz se encubre con menos consumo de harina

 


La caída de la producción nacional de alimentos no se evidencia en los mercados del país por la también reducción del poder adquisitivo. Ambos procesos de disminución han convergido en los últimos años de contracción de la economía. Esto explica porqué no se ve en los anaqueles la brutal caída de un 84% del cultivo de maíz en los últimos 12 años



En 2020 la producción agrícola nacional siguió reduciéndose, una realidad que no se evidencia en los anaqueles de los comercios por la también caída del consumo debido a la hiperinflación. La baja demanda nacional, la falta de semillas y agroquímicos, la escasez de combustible, la eliminación del crédito bancario, la inseguridad en el campo, la devaluación del bolívar frente al dólar y la inexistencia de políticas públicas orientadas al sector primario causaron este año más estragos en la producción de cereales, hortalizas y otros rubros que la misma pandemia del coronavirus.

Los productores privados de Venezuela calculan que la cosecha del maíz sembrado durante el ciclo de invierno 2020 en 154.000 hectáreas —con un rendimiento promedio de 3.000 kilos en cada una— llegará escasamente a 462.000 toneladas métricas. De estas, 70% es maíz amarillo para la alimentación animal y 30% maíz blanco para el consumo humano. Esto representa una abrupta caída de 84,5% en comparación con el último año pico de producción de este rubro en Venezuela, que fue 2008.

Según cifras del Ministerio de Agricultura Productiva y Tierras, en 2008 se cosecharon 2.995.710 toneladas de maíz en 783.314 hectáreas sembradas, con un rendimiento promedio de 3.824 kilos por hectárea. Existía la privada Agroisleña, que con lo que importaba cubría más de 50% de la demanda del sector. Además, los productores contaban con programas de otorgamiento de créditos agrícolas y se primaba la producción nacional sobre la importación.

Era tanta la producción primaria, que las industrias compraban maíz blanco para producir todo el año y lograban exportar harina de maíz precocida para mercados donde había venezolanos, como Estados Unidos, Colombia y Europa.

Actualmente en zonas productoras de maíz emblemáticas, como el municipio Turén, estado Portuguesa, se ha venido sembrando 60% del área.

«La descapitalización hace que muchos productores no puedan sembrar o que siembren una parte mínima del área de su unidad de producción», afirma a TalCual Celso Fantinel, primer vicepresidente de la Confederación de Asociaciones de Productores Agropecuarios de Venezuela (Fedeagro), gremio que agrupa a 80% de las asociaciones de productores agrícolas privadas del país.

«Este año se sembraron 154.000 hectáreas cuando se pueden sembrar más de 650.000 hectáreas como hicimos en 2009. Cuando vino la expropiación de Agroisleña, en 2010, bajamos a 570.000 hectáreas y empezamos a bajar porque el gobierno prácticamente decidía a quién darle los insumos».

La caída de la producción de maíz es un golpe en la dieta del venezolano. Es el principal rubro del país debido a platos típicos como la arepa y la empanada, que tradicionalmente se comen en el desayuno y en la cena, además de la cachapa y las hallacas. Estas y muchas otras comidas preparadas con este cereal, hablan de la alta dependencia de la cocina criolla del maíz. Y de hecho, una de las marcas más famosas en el mundo de harina de maíz es venezolana: la famosa Harina PAN, elaborada por la corporación Empresas Polar.

La reducción de la producción de maíz no es evidente en el anaquel precisamente por la pérdida del poder adquisitivo del venezolano, debido a la alta inflación que a partir de 2017 pasó a ser hiperinflación, y, además, a la importación de materia prima por parte de la agroindustria. El consumo de maíz blanco ha caído casi 40%, de 1.300.000 en 2012 a cerca de 800.000 toneladas, de las cuales aproximadamente 50% es satisfecha con importaciones por la incapacidad del sector agrícola nacional de cubrir la demanda, de acuerdo con Fantinel. «El maíz blanco viene principalmente de México y el amarillo puede venir de Brasil, Argentina y EEUU».

«Seguimos cayendo consecutivamente, lo que pasa es que no hay consumo y eso no se nota en los anaqueles. Si de pronto la gente ganara 100 dólares, se tendría que importar todo porque ahí sí se notaría la escasez, volveríamos a la escasez de hace unos años. Hay incluso un autoconsumo en muchas familias en caseríos, siembran para comer y darle a los animales, prácticamente están pilando maíz como hace 50 años», asegura el primer vicepresidente de Fedeagro.

El diputado y economista Ángel Alvarado sostiene que la hiperinflación, además de tener un impacto económico en los venezolanos, ha generado un daño cultural y antropológico en la población. Explica: «El venezolano ya no es el mismo después de este proceso. Ha experimentado el hambre y la soledad porque la familia se fue. El venezolano era profundamente familiar, se reunía en diciembre y, por muy pobre que fuese, tenía para comerse una hallaca, pero ahora la gente no tiene ni para comerse un cachito».

La hiperinflación es uno de los síntomas principales de la enfermedad que padece el país desde 2013 llamada recesión económica. La proporción de los hogares sumergidos en la pobreza aumentó de 87% a 96% desde el inicio de la hiperinflación en 2017 hasta principios de 2020 antes de la pandemia, de acuerdo con la Encovi.

Un país sin condiciones para el cultivo

En 2020 los problemas a los que ya venían enfrentándose los productores agropecuarios del país se agravaron, entre ellos y fundamentalmente la escasez de combustible y la falta de semillas y agroquímicos para la calidad de los cultivos y para la protección contra las plagas y enfermedades.

La falta de combustible paró, en varias oportunidades, a los productores y obreros del campo justo en el período más importante de producción del año: el ciclo de siembra de invierno, que inicia a principios de mayo y finaliza en julio, y cuya cosecha se recoge hasta inicios de diciembre en Guárico y en el oriente del país.

En este ciclo también se produce arroz, rubro que este año se sembró en 27.000 hectáreas, con un rendimiento de 3.800 kilos, lo que significa que la producción en 2020 fue de 102.600 toneladas métricas, una reducción de 92% en comparación con 2008. En este año, la producción fue de 1.360.650 toneladas, cosechadas en 263.000 hectáreas, con un rendimiento de 5.174 kilos por hectárea.

La pandemia, claro está, también agravó la situación del sector primario, pero mucho más sus efectos económicos. Uno de ellos fue el retraso en las importaciones de agroinsumos, las cuales son gestionadas por las asociaciones productoras privadas debido a la casi completa ausencia de la estatal Agropatria, antigua Agroisleña hasta que Hugo Chávez la expropió en 2010.

La disponibilidad de agroinsumos este año fue muy baja. Fedeagro indica que todo lo que se sembró fue con 90% de insumos conseguidos gracias al esfuerzo de asociaciones de productores privados afiliadas a Fedeagro y otras fuera del gremio. El Estado, señala, ni siquiera contribuyó con 10% en la siembra del maíz del ciclo de invierno. Lo poco que recibieron de Agropatria fueron productos de muy mala calidad.

También se retrasaron las importaciones de repuestos para los equipos y maquinarias. «Por la pandemia y la cuarentena muchas ferreterías, ventas de repuestos y talleres estuvieron cerrados, y traer un repuesto importado se retrasó hasta tres meses», dice Fantinel.

En el contexto de la pandemia también se añadieron otros obstáculos para la actividad agrícola, como las restricciones en la movilización entre municipios y estados, ejecutadas por militares y policías en alcabalas donde, según denuncias de productores y dirigentes gremiales, está garantizado el matraqueo más que la seguridad. Mientras, las bandas delictivas siguen extorsionando a los agricultores para que paguen vacunas a cambio de una supuesta seguridad. Fedenaga ha denunciado que algunos productores tuvieron que paralizar su finca e irse del país porque se venían obligados a pagar hasta vacunas a varios grupos que operan en la misma zona.

Lea también: El matraqueo es la mejor cosecha que hacen policías y militares

Sin créditos en hiperinflación

El Banco Central de Venezuela, supeditado a las órdenes de Nicolás Maduro, prácticamente le quitó los créditos bancarios al sector primario —como al resto de los sectores económicos— con la implementación del encaje bancario legal, una política que restringe la liquidez y que ha sido aplicada con el objetivo de desacelerar la hiperinflación.

«Casi cumplimos tres años que no tenemos financiamiento y la agricultura no aguanta un financiamiento indexado al dólar. Algunos bancos ofrecen hoy día créditos indexados al dólar y eso es criminal. La actividad primaria no soporta un crédito indexado al dólar, pero sabemos que no es culpa del banco, sino de la inflación y del gobierno quien es quien la genera. El gobierno devalúa la moneda para tener más bolívares y gastar menos dólares», asegura Fantinel.

Este fenómeno económico de alza de precios, que en noviembre de 2020 cumplió tres años, es otro de los factores que explican la reducción de la producción, sobre todo de hortalizas, las cuales son producidas con una estructura de costo dolarizada y vendidas en bolívares que en un mismo día se devalúan y con los que es imposible recuperar todo lo invertido para siquiera mantener el nivel de producción.

La caída en área y rendimiento del cultivo de maíz ha hecho también que la agroindustria recurra a productores internacionales, a quienes les compran la materia prima que necesitan para, por ejemplo, elaborar la harina de maíz precocida. En octubre, la Asociación Venezolana de Industriales de la Harina de Maíz (Venmaíz) y la Asociación Venezolana de Molinos de Arroz (Asovema) advirtieron que los aranceles de hasta 20% a las importaciones de los rubros maíz y arroz paddy impuestos por el Ejecutivo aumentaría considerablemente los costos de producción y, por ende, los precios al consumidor.

Fedeagro criticó que la agroindustria le pidiera al gobierno nacional protección únicamente para su sector y no para toda la economía en general. «Es inaceptable que algunos sectores planteen una protección solo para una parte del eslabón productivo. Protégeme a mí y no protejas a los demás no tiene ningún sentido. Cualquier política en materia agrícola o materia agroindustrial es buena, eficiente y puede perdurar en el tiempo si le sirve a todos los eslabones de la cadena y si le sirve al consumidor», dijo, en ese entonces, Aquiles Hopkins, presidente de Fedeagro.

La caída de la producción también afecta el empleo en buena parte del país. La agricultura es la principal actividad económica en 17 estados. El panorama para 2021 no es muy alentador. Fedeagro prevé que continúe cayendo el cultivo de rubros si siguen reduciéndose e incluso desapareciendo las condiciones mínimas necesarias para mantener la producción.

Fantinel agrega que, a principios de diciembre, las asociaciones aún no habían recibido información por parte de Agropatria si importará agroinsumos para la próxima siembra de invierno. Y ya es tarde para los pedidos a productores de semillas y agroquímicos internacionales, los cuales, si se solicitan a finales de año, en el mejor de los casos podrían llegar en mayo, cuando ya debió arrancar la temporada de siembra de invierno.

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