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miércoles, 18 de mayo de 2022

«Simplificar la estructura», la fórmula de Maduro para que el PSUV reconecte con la gente

 


PSUV Trinidad y Tobago

Las numerosas vicepresidencias partidistas están en la mira del gobernante. De eliminarse las vicepresidencias territoriales de la estructura del PSUV, tanto el grupo de Nicolás Maduro como el de Diosdado Cabello se verían afectados en cuanto a número de integrantes en la directiva, pero la revisión de las vicepresidencias sectoriales sí podría afectar al círculo del mandatario que, luego del V Congreso, logró incluir a varias de sus fichas en las altas instancias de la organización



«Una revolución tiene que asentarse sobre las profundidades, en las entrañas del pueblo, en este caso del pueblo venezolano y el pueblo venezolano debe concentrar su fuerza en el Partido Socialista Unido Revolucionario de Venezuela», expresó el entonces presidente de la república, Hugo Chávez, en marzo de 2008, durante el Congreso Fundacional del PSUV. El partido sigue buscando, 14 años después, la manera para entrar en sintonía con la población.

En sus más recientes congresos, el partido ha realizado cambios en su estructura para adecuarse a la realidad nacional, algo que, luego de la muerte del líder del proceso que se inició en 1999, se ha tornado cada vez más difícil, como dejaron en evidencia los resultados de las elecciones regionales y locales de 2020, cuando la oposición logró mayor cantidad de votos que el chavismo, aunque la división en facciones permitió el triunfo de los abanderados del partido de gobierno en la mayoría de las gobernaciones.

Ya en 2018, en el IV Congreso de la organización, el PSUV efectuó una reestructuración en la que buscó una conformación más horizontal para intentar dar término a la estructura piramidal que, como la mayoría de los partidos políticos, mantenía desde sus comienzos.

En lugar de una Dirección Nacional que ocupaba el vértice superior de la pirámide, el PSUV creó en aquella oportunidad un Comando Central Bolivariano, como máxima instancia de la organización, en la que estaban integrados los miembros de la Dirección Nacional, los de la Dirección de la Juventud del PSUV, gobernadores, protectores de estado y alcaldes, junto a un grupo de figuras históricas del partido que conformaban un Consejo Político.

Por debajo de ese comando se encontraban las Redes de Articulación y Acción Social (RAAS) que son las que coordinan en cada comunidad las acciones a emprender, de la mano de las Unidades de Batalla Bolívar Chávez (UBCH), ejecutores de la acción política y social en barrios y urbanizaciones.

Ese nuevo esquema se implementó, no obstante, luego de establecer el «centralismo democrático», mediante el cual las instancias superiores de la organización debían transmitir los planes y tareas hacia las bases, luego que, al menos en la teoría, se nutrieran de las demandas de estas bases.

Así funcionó el PSUV por cuatro años, pero a comienzos del presente mes de mayo, el gobernante Nicolás Maduro, quien como en la tradición chavista es también el presidente del partido de gobierno, ordenó una nueva reestructuración del partido, justo después de que se renovara la dirección nacional del PSUV a través de una votación a mano alzada en el V Congreso de la organización.

Maduro pidió una simplificación de la estructura: «Debemos meter la lupa a estas estructuras existentes en el partido. Vayamos a un proceso de renovación y simplificación de las estructuras de base y de dirección del PSUV a todo nivel».

Específicamente, llamó a meter la lupa en las vicepresidencias sectoriales para que se viera si han cumplido su papel y si se justifica la existencia de todas ellas, así como la disolución de las vicepresidencias territoriales, que ya no considera necesarias.

«Las vicepresidencias territoriales ya no se justifican. Antes sí, porque tratábamos de trabajar con las REDI. Ahora lo podemos llevar a un enlace de la dirección nacional con el Estado, ahora sin rango de vicepresidente», argumentó el jefe de Estado.

Aunque no se habló de ello durante el V Congreso del partido, al menos públicamente, hay que tomar en cuenta que la medida de reestructuración ocurre luego de un proceso de renovación de autoridades que se produjo tres meses después de las mencionadas elecciones regionales.

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Simplificar la estructura

Al solicitar el cambio en la estructura del partido, Nicolás Maduro llamó a la simplificación. Aseguró que el éxito de una organización se basaba en un modelo simple, lo que contrasta con la visión que tenía el fundador del partido, quien llamó a conformar un esquema organizativo con «batallones, pelotones y escuadras», como en el mundo militar.

En 2018, luego del IV Congreso, la Dirección Nacional contaba con 36 miembros, a los que se sumaron los 14 del consejo político, especie de figuras «notables» del partido, varios de ellos ocupantes de cargos públicos, como Jorge García Carneiro ( gobernador del estado Vargas), Earle Herrera (diputado a la Asamblea Nacional), Iris Varela (ministra para Asuntos Penitenciarios), Ernesto Villegas (ministro para la Cultura) y Alí Rodríguez Araque (embajador en Cuba) y otros que habían pasado por diferentes instancias pero en ese momento no ocupaban cargo alguno en la administración pública, como Ramón Rodríguez Chacín, María Cristina Iglesias, José Vicente Rangel (†), Francisco Arias Cárdenas y Fernando Soto Rojas (†), entre otros.

Para 2022, el número de integrantes de la Dirección Nacional pasó a ser 40 y el del Consejo Político se elevó de 14 a 22 integrantes. Ingresaron María León, Nohelí Pocaterra, Marelis Marcano, Julio Escalona, Edgardo Ramírez, José Vielma Mora, Isis Ochoa, Mayerling Arias, Wilmar Castro Soteldo, Desirée Santos Amaral y Jesús Martínez.

Las vicepresidencias sectoriales del partido son 16, a saber: Organización, Agitación y Propaganda; Formación Ideológica, Mujeres, Asuntos Indígenas, Movilización, Técnica Electoral, Clase Obrera, Economía Productiva, Finanzas, Asuntos Internacionales, Defensa Integral, Movimientos Sociales, Misiones, Juventud y Disciplina Revolucionaria.

Son estas instancias las que serán sometidas a la lupa por instrucción de Nicolás Maduro para saber si han cumplido con su misión.

En cuanto a las vicepresidencias territoriales el PSUV son 14: Caracas, Miranda y Vargas; Guárico y Apure; Táchira; Zulia; Amazonas; Bolívar; Aragua y Carabobo; Yaracuy y Cojedes; Lara y Falcón; Barinas; Portuguesa; Monagas y Delta Amacuro; Anzoátegui; Sucre y Nueva Esparta.

¿Quiénes son?

De cumplirse la instrucción de Nicolás Maduro en cuanto a suprimir las vicepresidencias territoriales, quedarían fuera de la directiva del partido los gobernadores Héctor Rodríguez (Caracas, Miranda y Vargas), Eduardo Piñate (Guárico y Apure), Freddy Bernal (Táchira),y Miguel Rodríguez (Amazonas);  Jacqueline Faría (Zulia); Alexis Rodríguez Cabello (Bolívar); Rodolfo Marco Torres (Aragua y Carabobo); Iris Varela (Barinas); Francisco Torrealba (Portuguesa); Julio Chávez (Monagas y Delta Amacuro); José Vielma Mora (Nueva Esparta) y Jesús Faría (Sucre). El puesto de Yaracuy y Cojedes ya había quedado vacante luego que Margaud Godoy fuera designada embajadora en Honduras.

La poda no afectaría o beneficiaría directamente a algún grupo de los que hacen vida en el chavismo, ya que los cuadros de estas instancias están divididos principalmente entre los dos mayores dirigentes del PSUV: Piñate, Jacqueline Faría, Miguel Rodríguez, Torrealba y Jesús Farías han figurado siempre como cercanos a Nicolás Maduro; mientras Freddy Bernal, Alexis Rodríguez Cabello y José  Vielma Mora están más vinculados a Diosdado Cabello, quedando Iris Varela como una figura que tiene liderazgo propio.

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No ocurre así en la ampliada Dirección Nacional, a la que entraron figuras muy cercanas a Nicolás Maduro, como su hijo Nicolás Maduro Guerra, la vicepresidenta Delcy Rodríguez, el gobernador de Anzoátegui Luis José Marcano y Rander Peña (viceministro de Relaciones Exteriores, vinculado con Maduro Guerra).

También aparecen del lado de Maduro, el gobernador de Mérida Jehyson Guzmán, Antonio Galíndez (exsecretario de Juventud y Deportes durante la gestión de Héctor Rodríguez) y Gabriela Peña (exministra de Agricultura Urbana), quienes vienen de la JPSUV.

La medida afectaría a Érika Farías (exalcaldesa del municipio Libertador de Caracas, a quien no se le permitió optar por la reelección) y la diputada Blanca Eekhout, quienes formaban parte del grupo de Elías Jaua, quien fue defenestrado de la organización en el V Congreso realizado el pasado mes de abril y que podrían buscar su supervivencia en el partido aliándose con los dirigentes del bando de Nicolás Maduro.

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Transformación de los patrones de representatividad

El comunicador social, investigador y exintegrante de la Asamblea Constituyente Alberto Aranguibel, indicó que la reestructuración del PSUV es un proceso que se ha estado dando, no está comenzando ahora.

Precisó que una de las tareas fundamentales que se planteó en la fundación del partido era la de que se convirtiera en una herramienta que promoviera la transformación de los patrones de representatividad.

«No se trata de un partido para consolidar una cúpula dirigente, sino uno activo en la vida cotidiana de las comunidades en la búsqueda de resolver sus problemas», expresó Aranguibel.

Destacó el analista político que no hay un escenario en la vida de las comunidades en la que no esté presente al PSUV, como las mesas técnicas de agua, de comunicaciones o en las asambleas de las comunidades y las reuniones para buscar vivienda.

«En Venezuela, como en América Latina en general, el modelo de partido surge de lo que en el primer tercio del siglo XX se fue dando como debate a partir de la irrupción de las ideas de izquierda, cuando se planteó una estructura bajo la lógica del modelo estalinista, vertical, en el que desde la cúpula se impartieran los lineamientos hacia la base de manera muy rígida e inapelable», recordó Aranguibel.

Agregó que el proceso de transformación del modelo de representatividad busca que el poder termine siendo detentado por el pueblo.

Rechaza Aranguibel que la eliminación de instancias en la directiva traiga como consecuencia un retroceso hacia la verticalidad de la estructura del partido de gobierno. Al contrario, opina que las instancias son como herramientas que se utilizan de manera transitoria en un momento determinado.

«Lo que se planteó sobre las vicepresidencias regionales, hace cinco años, es que esas estructuras iban a promover el debate que llevara a la construcción del modelo de representatividad que se está presentando. Se entiende que ya no es indispensable esa herramienta porque estamos ante una realidad en la que estamos viendo al pueblo en la búsqueda de la concreción del poder popular», sostuvo.

Hizo énfasis en negar que se trate de unas cúpulas que buscan mantenerse, sino de una presión de las bases que han convertido a la asamblea popular en una instancia de toma de decisiones importantes y tienen un peso específico en la dinámica política venezolana.

Debe haber cambios de dirigentes

El politólogo y director del Centro de Estudios Políticos y de Gobierno de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB), Benigno Alarcón, aseguró que el acercarse a la población y la búsqueda de legitimidad dependen más de los dirigentes que de la estructura organizativa a la que estos pertenecen.

«En la medida en que un liderazgo se desgasta pierde apoyo y, obviamente, ese apoyo lo pierde dentro y fuera del PSUV, porque el hecho de que alguien sea militante del PSUV no quiere decir que apoye en determinado momento a ese liderazgo. Por eso, acercar el partido a la gente va a depender de que la gente se sienta identificada con el liderazgo del partido, pero sabemos que hoy hay un desgaste importante en el PSUV. Chávez no está, Maduro tiene unos niveles de aceptación que rondan entre 14 y 20%, pareciera le cuesta mucho subir más allá de eso. El partido puede tener un apoyo de 25%, pero al final del día, la realidad es que el partido cuenta con 25% y Maduro entre 14 y 20%», detalló Alarcón.

El analista político considera que el PSUV, como el oficialismo en general, tiene un piso y un techo de popularidad relativamente bajos en los actuales momentos, por lo que crecer a partir de allí sin que haya cambios de liderazgos en el partido luce complicado.

«Mi impresión es que mientras la plana mayor del partido no cambie es difícil mejorar esos números. El gobierno lo sabe y por eso, más que buscar crecimiento en momentos electorales, lo que ha buscado es la fragmentación de la oposición, porque el gobierno sabe que la oposición es más grande, pero si la pico en pedazos puedo terminar siendo una mayoría relativa«, señaló Alarcón.

Atribuye el docente las causas del anuncio de reestructuración a los resultados electorales de noviembre de 2021: «Cuando el gobierno hace elecciones de cualquier naturaleza termina haciendo ajustes de acuerdo a los resultados de las elecciones y en una situación donde el gobierno tiene menos alcaldías que las del pasado, y cuando la votación de la oposición superó a la del chavismo, es lógico que empiecen a medir región por región dónde están sus fortalezas y debilidades. Si se tropiezan con el hecho de que algún dirigente regional no hizo la tarea, entonces viene este tipo de ajustes».

Resaltó que el PSUV es un partido que se estructuró desde el mismo gobierno, algo que, acota, no es un fenómeno extraño ni en América Latina ni en Venezuela, ya que «si estás en el gobierno puedes resolverle cosas a la gente, puedes ayudarlo y la lealtad política se construye con base en favores, por lo que hay una lógica clientelar, que es posible mientras el Estado tiene recursos para alimentar esa política».

Presencia en las comunidades y liderazgo

Alberto Aranguibel aseguró que la reestructuración del PSUV está inmersa en la realidad de la cultura política venezolana donde las comunidades tienen mayor participación en la toma de decisiones.

«Hasta la oposición ha entendido que la dinámica tiene que ser esa, la construcción de fuerza real, popular, con presencia en las comunidades de manera efectiva, no desde el punto de vista discursivo, retórico, a través de los medios de comunicación. Venezuela se está transformando a partir de una lógica que no es del PSUV solamente, sino un patrón de representatividad hacia el que el país avanza con muy buen pie», aseguró.

A su juicio, no se debe decretar «de la noche a la mañana» un modelo de representatividad, porque se crearían fracturas innecesarias a lo interno por la incomprensión de esa nueva estructura, que no tendría arraigo, lo que generaría algunos niveles de riesgo. Sin embargo, hizo hincapié en que en los propios estatutos del partido aparece la preocupación por la búsqueda del empoderamiento del pueblo desde el punto de vista ideológico, para formar cuadros sólidos que entendieran de qué trata ese empoderamiento.

Para Benigno Alarcón no hay una respuesta fácil en ninguna parte del mundo acerca de cómo se debe renovar una organización política.

Advirtió que, por fenómenos que tienen que ver con las redes sociales y la democratización de los medios de información —donde cualquiera puede llevar un mensaje muy lejos—, pareciera que los partidos necesitan readaptarse a esa nueva realidad.

También hizo hincapié en la formación de sus cuadros de liderazgos y resaltó que ya no existen en Venezuela las escuelas de formación política que existían en el pasado.

Finalmente, insiste en que los partidos deben reconocer los liderazgos legítimos en las distintas localidades. «Quienes ganan posiciones en una elección son las personas. Si un partido trata de imponer a personas que no tienen la trayectoria y el trabajo, el ser más exitoso se vuelve más difícil».

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