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viernes, 11 de abril de 2008

En busca del "objetivo superior" de Argelia Ríos

Una política de alianzas candidaturales es imprescindible en la coyuntura de hoy
Noviembre será crucial. La victoria la obtendrá quien consiga flexibilizar drásticamente sus criterios de selección de candidatos. Ganará quien logre interpretar mejor el deseo de la gente de escoger entre los mejores. La despolarización acentuó los cambios ocurridos en el electorado venezolano durante los últimos años. El hecho supone un gran problema para las agrupaciones partidistas de todos los tipos. Ya sean de la oposición o del Gobierno, estas organizaciones tendrán que sacrificarse. Los partidos políticos -de vieja o nueva data- ya no son las únicas canteras de líderes, aunque sus maquinarias y su organización resulten decisivas en el acto electoral.
Los partidos están obligados a armonizar sus aspiraciones con sus respectivos objetivos superiores. En el caso de la oposición, se trata de acumular un nuevo éxito que modifique radicalmente la correlación de fuerzas políticas del país, con miras al 2012. Sus triunfos en las regionales resaltarán la fecha de vencimiento de la gestión del presidente Chávez. En lo que se refiere al Gobierno, su meta es impedir que las elecciones regionales debiliten la hegemonía del elenco revolucionario, y con ello su posición de cara a la estación parlamentaria y a las presidenciales del 2012. Un revés importante significará el fin de una etapa prodigiosa y el inicio de otra que estará preñada de dificultades.
El cambio en la correlación de fuerzas del país, le exige a la oposición considerar su respaldo a candidaturas ubicadas fuera del mapa partidista nacional. El sacrificio es grande, pues los procesos electorales son los escenarios donde las agrupaciones políticas miden su crecimiento. Es cierto que los partidos necesitan consolidarse y que esa consolidación se obtiene ganando músculos a través de la conquista de espacios. Sin embargo, hay que preguntarse cuál es la prioridad en este momento del país.
Venezuela está urgida de un nuevo sistema de partidos. El punto es que su constitución exige primero la restitución de las formas democráticas, con lo cual pierde sentido cualquier estrategia partidista orientada, fundamentalmente, a crecer individualmente. Es el cuento de las carretas y los bueyes. Las estrategias particulares de crecimiento marchan a contracorriente del contexto actual, donde todas las agrupaciones partidistas se necesitan entre sí. Hoy, como en el pasado reciente, nadie puede levantar éxitos en solitario.
Una política de alianzas candidaturales que equilibre las legítimas aspiraciones de los partidos con los factores independientes que gozan de respaldo popular, resulta imprescindible en la coyuntura de hoy. Pese a las grandes dificultades que hoy se observan en la oposición, ella tiene mejores condiciones que el Gobierno para adaptarse a las corrientes de opinión dominadas por los "no alineados". El oficialismo jamás podrá desteñirse: el rojo rojito dejó de ser un buen negocio político.
Argelia.rios@gmail.com
El Universal

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