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viernes, 7 de noviembre de 2008

La deuda moral de la oposición de Argelia Ríos

Faltan quince días para dar el ejemplo: ¡ojalá no sea demasiado tarde!
Restan apenas quince días y aún persisten las indefiniciones. Hay quienes creen que la situación asoma un cuadro alentador. Ciertamente, el hecho de que muchas regiones se encuentren duramente disputadas, significa que el oficialismo no ha logrado asegurar su control y que asistirá al 23N con las mismas incógnitas que acechan a sus adversarios.

Sin embargo, es imposible negar que parte de esas interrogantes son el producto de decisiones que la oposición postergó en su momento y que, hoy, a dos semanas del estratégico torneo, no parece dispuesta a adoptar, a pesar de que de ellas dependen los desarrollos autoritarios de la revolución. Para los efectos de lo que el sector democrático del país pontifica como su "principal objetivo", lo importante no es sólo competir.

A diferencia de las justas deportivas, ganar es tan imprescindible como obtener votaciones honrosas en donde no brillan las posibilidades de triunfo. Si se asume que la participación en los procesos comiciales no representa un fin en sí mismo, es un deber ineludible evaluar el grueso impacto negativo que ha tenido el insuficiente proceso unitario opositor sobre las percepciones de la opinión pública.

Las mezquindades, los cálculos presidencialistas extemporáneos, las zancadillas y todas las demás expresiones de la estupidez política, no han hecho sino abultar las dudas alrededor de la idoneidad de la oposición: tanto para conducirse a sí misma, como para conducir a un país descuadernado, que se tienta con "lo malo conocido", porque aprendió a identificar a los impostores: en especial a los histriónicos "yonofuí" que, simulando ser "campeones" de la unidad, la patean en la trastienda, escondidos de la gente ingenua que les aplaude.

Es lamentable que a estas alturas los opositores todavía mantengan la deuda moral de completar la unidad en los estados donde el triunfo está comprometido por causas innobles de las que sólo ella es responsable. La morosidad involucra desde la miseria ante los llamados disidentes del chavismo, hasta lo relativo a la campaña proselitista, cuyo desarrollo es una evidencia más de que la unidad quedó reducida a la escogencia -por repartición- de los aspirantes: sin atención a una estrategia colectiva, ni esfuerzo alguno por aprovechar la ocasión para exhibir a la oposición como una alternativa confiable.

Mientras los demócratas estadounidenses superaron envidiablemente sus discordias internas; mientras Hilary se esforzó por endosarle con generosidad sus votos a Obama; mientras unos y otros se mantuvieron fieles a la causa que les unía, en Venezuela el sector democrático sigue dominado por la sordidez de su elenco... Por eso Chávez se comporta como lo hace. El presidente ha elevado la apuesta porque conoce al dedillo la destreza con que los pigmeos practican la pesca en río revuelto... Faltan quince días para dar el ejemplo: ¡ojalá no sea demasiado tarde!


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